‘Fiestas panistas: Nuestro espejo’, por @wilberttorre

Un diputado abraza a una mujer con el cariño con el que se abraza a una novia a la que amas. Otro diputado baila con una chica con piernas de futbolista como si fuera el último baile de su vida. En la penumbra, otra joven de cabello largo, una bailarina de table dance como las demás, acerca sus labios al cuello de un político potosino.

El video de YouTube tiene 1 millón 600 mil vistas. Hoy se sabe que se trata de una fiesta de diputados panistas en Puerto Vallarta, a principios del año, durante una reunión para discutir la reforma energética.

¿Qué nos dice este video más allá de las escenas que muestra? ¿Qué revela de la política mexicana? ¿Qué cosas descubre de lo que es nuestra sociedad?

El video desnuda la hipocresía y la doble moral de los panistas.

Podemos convencernos con este juicio simple, limitado, engañoso.

¿Se trata sólo de una conducta hipócrita y una doble moral de un grupo de políticos mexicanos?

O podemos cavar más hondo para cuestionarnos y quizá meternos en problemas de conciencia.

Hace muchos años que no voy a un table dance. Fui asiduo en mis veintes, con un grupo de amigos que podían haber sido mis padres, y supongo que cuando los frecuentaba, tenía una novia a la que le ocultaba que había estado en un sitio de la Zona Rosa con sillones de terciopelo y mujeres escandinavas que olían a flores frescas.

¿Es censurable lo que hicieron los diputados?

Sí.

No.

Tal vez debería sentirse ofendida la esposa o la novia de ellos, pero no la sociedad, una parte importante de la cual es infiel –León, la ciudad más conservadora del país, es donde más maridos y esposas duermen con alguien que no es su marido ni su esposa–, una sociedad que también tiene dos caras cuando se trata de honestidad, de principios, de corrupción, de trampas.

¿Quién se ha resistido a un table dance que le invita un amigo? ¿Cuántos negocios e historias periodísticas se han cerrado en uno de ellos?

Recuerdo cuando viajé acompañando a Francisco Labastida Ochoa por todo el país un par de meses en la campaña del 2000 y por las noches todos los periodistas terminábamos en un table dance.

Yo trabajaba para el diario Reforma y decidí no recibir ni un peso del dinero –¿10 mil, quizá 20 mil pesos de aquellos años? que la campaña entregaba a la mayoría de periodistas cada mes. Yo no recibía billetes por honesto, pensaba yo, pero sí dejé que la gente de Labastida me invitara un par de bailes con unas hermosas bailarinas sinaloenses.

¿Por qué lo hice? Por torpe. Por inconsciente. Por inmaduro. Por caliente. Por todas esas razones juntas.

Y desde luego nunca se lo conté a mi novia. Ni a mis jefes.

Cuando asistía a los table dance a veces iba con mis jefes, que pagaban la fiesta en el Closet, un célebre table dance de La Condesa, donde llegué a encontrarme a un amigo casado y padre de dos niñas, a políticos, artistas y un primo que pensaba que no hacía esas cosas. En la Copa de Champagne, un antro de Guadalajara, encontré besando novias temporales a muchos de los periodistas habituados a sentar políticos sobre un banquillo y acribillarlos.

No debería escandalizarnos ver a unos diputados haciendo lo que casi todos hacemos o hemos hecho alguna vez, y cosas aún peores. No en tanto no se pruebe, cosa que no ha sucedido, que se enfiestaron con dinero público. Con frecuencia exigimos a los políticos lo que no hacemos como ciudadanos.

Esa fiesta nocturna con mujeres bellas es el sueño de muchos. Es nuestro espejo.

(Wilbert Torre / @WilbertTorre)