“Gabo y los cronistas”, por @guillermosorno

No me dio pena la muerte de Gabo. Me enteré que había fallecido cuando un amigo leyó algo en su teléfono móvil. Nos dijo: murió Gabriel García Márquez. Estábamos dentro de una piscina, en una casa en Tlacotalpan, Veracruz. Pollo, nuestro anfitrión, se paró, fue al aparato de sonido y puso la canción Macondo, interpretada por Óscar Chávez. Bailamos al pie de la alberca y luego nos olvidamos del asunto. Más o menos.

Pensé que Gabo había llevado una vida fabulosa, literalmente; que la historia del telegrafista de Aracataca convertido en un Nobel de la literatura, uno de los escritores en lengua española más importantes del siglo XX era ya, en si misma, materia de una novela.

Llegué el domingo a la ciudad de México, y el ambiente estaba electrizado por la noticias. El País, por ejemplo, había publicado más de treinta páginas sobre el asunto. Todo el mundo a mi alrededor, tenía algo que decir.

Pero yo no. No conocí a García Márquez, ni me tomé una foto, ni tengo una anécdota maravillosa que compartir. Sin embargo, su muerte si me atañe por esto: además de sus libros, soy beneficiario de un legado importante. En parte, gracias a él y la Fundación (ahora llamada Gabriel García Márquez) para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, el prestigio de la crónica (y los cronistas) cambió en América Latina.

Yo he ido a sus talleres y congresos; he sido beneficiado por sus becas y premios (indirectamente), pero lo que más me ha gustado de la Fundación es que nos ha hecho partícipes de una patria común: la crónica. Nos ha dado también unos amigos y una red de contactos. Gracias al primer libro publicado por la FNPI,  me refiero al texto de Susana Rothker, La Invención de la Crónica, también nos ha hecho ver que la crónica se trata de un género latinoamericano y no gringo, como normalmente lo pensamos.

En fin; que de todas las herencias posibles, esta la puedo reclamar como mía y por eso pude bailar Macondo al pie de una alberca en Tlacotalpan y decir, al mismo tiempo, muchas gracias.

 

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(GUILLERMO OSORNO / @guillermosorno)