Hannibal Ballí III, por @diegoEOsorno

Los policías que investigaron el asesinato de Jesús Castillo atribuyeron el móvil a “pasiones equivocadas”. “Chantaje”, alegó el doctor Alfredo Ballí al momento de ser detenido. También declaró que Jesús le pedía dinero a cambio de no revelar sus “desviaciones de conducta”. El editorial del periódico local El Porvenir se refiere así a la relación homosexual: “En el móvil parece percibirse una insoportable atmósfera a la que descendieron la victima y el victimario”. En realidad, de acuerdo con el expediente judicial, la primera versión que dio Ballí implicaba un conflicto pasional. Según él, el día del crimen, Jesús llegó a su consultorio y lo chantajeó con dejarlo de ver si no le daba dinero. “Me cansé de todo y con cualquier pretexto logré inyectarle pentotal sódico”, dijo al Juez Marco Antonio Leija. Sin embargo, el médico que inspiró la creación de Hannibal Lecter, cambiaría después su versión diciendo que en realidad habían peleado por cualquier cosa, y que durante el forcejeo con el paciente, éste se había caído y golpeado mortalmente la cabeza, por lo que decidió enterrar clandestinamente su cuerpo.

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Encontré al juez Leija, quien ahora tiene 86 años, una cara alargada, bigotes puntiagudos quijotescos y una memoria impecable. Recuerda que la figura del doctor Ballí adquirió una dimensión auténticamente macabra en esa época: una vez que los restos de Jesús fueron desenterrados del rancho La Noria, el jefe forense del Hospital Universitario armó de nuevo su cuerpo, su cabeza y sus extremidades. Mientras lo hacía, notaba la perfección con la que habían sido hechos los cortes y recordó que el doctor Ballí había sido uno de sus alumnos de Disección más brillantes.

Por esa misma época, un par de asaltantes fueron detenidos y confesaron haber asesinado a un ingeniero que estaba reportado como desaparecido. El juez Leija les ofreció una reducción de pena si revelaban el lugar donde habían sepultado sus restos. Ambos llevaron a la policía a un predio de las afueras de la ciudad, en el antiguo camino a Laredo, Texas. Durante la diligencia señalaron cuatro lugares distintos pero tras cavar y cavar los policías no encontraron nada. Los asesinos no recordaban bien el lugar. Al día siguiente, la familia del ingeniero contrató a 25 peones con palas para que cavaran por todo el predio. El problema entonces fue que en esa jornada aparecieron siete cadáveres enterrados en diversos pozos y momentos, no por los asesinos de la diligencia. Ninguno de ellos era el del ingeniero. Muchos asesinatos de aquellos años quedaban ocultos bajo tierra. Debido a ello, por un momento, al doctor Ballí se le acusó de ser el autor de casi una decena de desapariciones y obtuvo la fama de ser un multi asesino aunque sólo fue condenado por el asesinato de su amante Jesús.

(Continuará).

(Diego Enrique Osorio)