Tesoritos nacionales, por @antonioortugno

¿De qué tamaño debe ser el jardín de uno para que un helicóptero pueda descender en él tan campante? Ignoro si el curioso lector de estas líneas será propietario de una cancha de futbol o de alguna explanada en la que quepan tres helicópteros en fila y otros tres “en batería” pero me parece que existe una ligera mayoría de los mexicanos que no poseemos espacios de ese tipo.

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Aquí viene lo bueno: David Korenfeld, director de la Comisión Nacional del Agua, no sólo tiene un jardín de esos, así, espacioso, sino que va y aprovecha la aeronave de la institución como si fuera suya para ahorrarse el tráfico de camino al aeropuerto. Y eso, cómo no, para tomar luego un avión que lo lleve a Denver de vacaciones. La prensa reveló que la familia Korenfeld tenía reservas de Semana Santa en el centro de esquí de montaña de Vail. Acá es donde uno reflexiona que el mexicano promedio que visita Colorado lo hace para realizar trabajos de jardín, de agricultura, o en lo que se suele denominar como “el sector servicios”. Queda claro que don Korenfeld no es uno de esos: él va a que lo atiendan.

Ahora, luego de difundir fotos donde su rodilla aparece aderezada con un soporte metálico digno de Terminator, y de hacer correr el rumor de que el helicóptero tuvo que acarrearlo “por motivos de salud”, el director de Conagua  ha preferido comportarse con sensatez. Ya pidió perdón y hasta afirma que depositó en la Tesorería de la Federación una cantidad equivalente a lo que le habría costado rentar una nave para su traslado (y el de su esposa e hijos, a los que un indiscreto vecino tomó una secuencia de fotos subiendo sus maletitas al helicóptero). Hay que reconocerle un hecho casi inédito a don David: es el primer funcionario federal en este sexenio que se disculpa de lo que sea. Lo cual es muy bueno para el alma del señor Korenfeld pero quizá no sea suficiente para nuestra endeble democracia.

Es obvio que el equipo político que ocupa el poder federal en este país es muy aficionado al lujo y la ostentación. Las casas que Higa les dio fiado o en abonos facilitos a la mujer del presidente y al secretario de Hacienda no son jacalitos, sino mansiones que resultan exageradas hasta para ricachones como estrellas de Hollywood o futbolistas. Los vestidos con que la primera dama, las primeras hijas y las primeras hijastras se pasearon por Londres ante la reina Isabel II no remiten precisamente a la “austeridad republicana”. La misma frase de “austeridad republicana” es invocada siempre como una burla, como si nomás pudiera existir en un discurso de don López Obrador.

Lo curioso es que existen quienes justifican estos derroches. “Ni modo que la primera dama se pare ante la reina con un vestido de mil pesos”, dicen. “Ni modo que todo un director de Conagua tenga que llegar al aeropuerto en taxi de los amarillos”. “Ni modo que el Presidente viva en casa del Infonavit”. Gente que nació para que le vean la cara y además aplaude.

(Antonio Ortuño)