Hannibal Ballí V, por @DiegoEOsorno

El juez Marco Antonio Leija tenía 30 años cuando conoció a Alfredo Ballí en el juzgado cuarto de lo Penal de Monterrey. Casi 10 mil sentencias después, a sus 85 años de edad, aún recuerda la caballerosidad del médico asesino, mientras es entrevistado en una oficina de la Procuraduría de la Defensa del Adulto Mayor de Nuevo León. Leija era uno de los cuatro jueces que había en aquellos años. Su jurisdicción abarcaba el área metropolitana de Monterrey y los municipios al norte, hasta la frontera con Texas. Tenían exceso de trabajo. Leija había comenzado como escribiente de un magistrado y había llegado rápido a la posición de juez. Muestra un cartel propagandístico de los comicios de 1955 en las que fue electo juez cuarto de lo penal, como parte de la planilla del Gobernador Raúl Rangel Frías. El siguiente gobernador, Eduardo Livas, lo ratificó: “Lo primero que me dijo fue: tú te quedaste porque eres el único honesto. Cualquier caso que te venga, que seas tú el que decidas, no permitas que nadie se meta. Sé honesto con tu decisión”.

Leija se enteró del hallazgo de un cadáver desmebrado a través de los periódicos y siguió la noticia con atención hasta que Ballí fue presentado ante él.

– Es que yo pienso que estaba enamorado- dice el juez.

– ¿Pero cortarlo así?

– Yo creo que cortarlo fue cuando lo vio todo hecho y vio la posibilidad. Lo hizo por comodidad, para llevárselo y que desapareciera.  No lo confesó, pero tengo la idea de que por mucho tiempo lo anduvo planeando en su cerebro.

– ¿Usted sabe que Ballí inspiró al autor de Hannibal Lecter?

– No.

-¿Usted ha visto una película que se llama El Silencio de los Inocentes?

–  Si, y la verdad es que me acordé de Balli cuando la vi. Sí, es que no son muy comunes. He visto muchos mutiladores, pero pocos así. Me acuerdo que mataron a unos allá en la Colonia Independencia. Pero no tenían el estilo de Ballí. Me acuerdo que estos dos le dieron cuchilladas a un hombre porque no les quería prestar dinero y se disgustaron. Cuando lo mataron, se dieron cuenta de que traía un anillo. Después no se lo pudieron sacar así de fácil de la mano, por lo que arrastraron el cadáver a una piedra y con el mismo cuchillo le cortaron el dedo despacito para que le saliera el anillo. Cuando el anillo salió, se lo rifaron con un volado. Y el que perdió me dijo a mí que se enojó con el otro porque habían quedado que se iba a quedar con el anillo.

– ¿Por qué le puso la condena de muerte a Ballí?

– Porque eso dice el código.

– ¿Por qué no se aplicó?

– En el nuevo código hay una dirección de ejecución de pena, porque no debe de ser después… Ahora son los encargados, antes era el mismo poder judicial quien hacia el cumplimento de la pena. Es de un autor alemán, de que el juez nada más dicta la sentencia, lo demás va a otro departamento.

Ahí, en el código viejo decía que si… la ejecución se hará en publico, en un día que no sea domingo ni día festivo. Y otra que decía que 24, 48 horas se darán los servicios religiosos de acuerdo a su religión. Y el alimento que se le va a dar tres días antes de la ejecución. No decía cómo, pero en la historia dice que por fusilamiento.

– Pero no lo ejecutaron.

–  Es que en el código viejo decía que cuando se trate de personas que tengan buena conducta, cuando haya tenido un tiempo en la prision, se cambiará la pena de muerte por la pena máxima.

–  Sin embargo, luego Ballí quedó en libertad.

– De hecho  yo me encontré a Ballí en Soriana. De repente llegó un señor grande a saludarme.  Yo iba a la UDEM y me paré en Soriana a comprar unas pastillas y no di ni un paso y me gritaron Marco Antonio Leija Moreno. Y era Ballí, y me dio un abrazo y empieza a llorar. “Tengo dos semanas de haber salido en libertad”. Ya estaba viejito. Y le dije: “no, pues sí, ya pasó esto, ahora a vivir”.

(DIEGO ENRIQUE OSORNO)