‘La empleada que se comió dos chiles en nogada’, por @warkentin

#LadyChiles.

Y todo porque alguien no puede comerse dos chiles en nogada. O eso le reclama la “patrona” a la “sirvienta”. ¿No lo vieron? Corre resumen: una señora, Adriana Rodríguez de Altamirano, sube a su Facebook un video (¿tomado por su esposo?) en donde se ve a una mujer acongojada. Por lo que se dice, intuimos que la señora a cuadro es la trabajadora del hogar de Doña Adriana, más adelante conocida como #LadyChiles. La “patrona” le exige a la trabajadora que abra su bolsa y así descubre el cuerpo del delito: un chile en nogada dentro de un recipiente.

El acto es claro: la “sirvienta” robó. Doña Adriana, en tono de dedito levantado y reglazo a mano, recrimina el hurto, el haber fallado a la confianza y le recuerda lo mucho que le dan siempre de comer, de todo, como a alguien de la familia. “Ya me sorprendía que te comieras DOS, sí D-O-S chiles en nogada.”

Pero claro, sigue Doña Adriana, si no te ibas a comer los dos chiles, ¡¡te ibas a robar uno!! La empleada del hogar murmura que sí, que se lo estaba llevando a su hijo. ¡Aahhhh!, retoma el sermón Doña Adriana, ¡¡¡pero si yo no estoy para darle de comer a toda tu familia!!! Y bueeeeeh, todo termina en la empleada humillada y despedida, y los señores de bien subiendo el video a su perfil de Facebook, con una hermosa explicación que dice algo así como “yo que te di hasta un chile en nogada y tú, pérfida ladrona” (libre traducción).

Las redes sociales hierven. Al poco tiempo el hashtag ya es Trending Topic: #LadyChiles. El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación informa que inicia procedimiento de queja en contra de Doña Adriana. Y pues ahí se van cocinando indignaciones y reacciones.

No faltará quien me diga que sí, las trabajadoras del hogar también abusan y roban. Y yo contestaría: pues sí, ¿y? El problema no es el posible delito, sino la realidad de nuestras relaciones con las trabajadoras del hogar. Lo que el video deja en claro es el tono de superioridad que asume la “patrona”, la humillación de abrirle la bolsa a la empleada, la reiteración de lo “bien que la tratan”, de lo “mucho que le dan de comer”, y el llanto sermoneado de “nos has defraudado”. Y revela también la manera en que la trabajadora se inculpa, se deja humillar, se minimiza.

La sana relación entre trabajadores del hogar y sus empleadores se dará cuando haya un contrato de por medio que proteja a las partes. Mientras, seguiremos (mal)tratando a las “sirvientas” porque son “como de la familia”. Pero eso sí, que no se atrevan a comerse dos chiles en nogada.

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(GABRIELA WARKENTIN / @warkentin)