“La lluvia y sus ademanes”, por @DRabasa

Está demostrado que el arco iris lo forma la lluvia y por eso no deja de respetarse el texto sagrado, que dice que Dios puso el arco iris en las nubes, después del diluvio, como signo de que ya no habría más inundaciones.
Voltaire

Hablar bien de Juan Villoro se ha convertido casi en un lugar común. Superdotado en los géneros que usan la palabra como vehículo de transmisión, Villoro ha ejercido felizmente diversos géneros como la novela, el cuento, la crónica y el teatro. Dejo fuera a propósito, para hacer especial énfasis en él, un género al que quizá Villoro considere como importante aunque menor: el de conferencista. Cualquiera que haya escuchado hablar en público a Villoro tendrá el recuerdo tatuado en su mente. El despliegue de inteligencia, destreza narrativa oral y perfecto equilibrio entre humor y profundidad, hacen de la experiencia un acto que oscila intersticialmente entre presenciar una puesta en escena y leer un buen texto. No sorprende pues que el protagonista de su última aventura teatral, la obra Conferencia sobre la lluvia, recién estrenada en el flamante escenario ubicado en la Biblioteca de México en el corazón de la Ciudadela, sea sobre un bibliotecario que es también conferencista. El autor entiende bien los mecanismos de la oratoria pública y utiliza este dominio total que tiene sobre el arte de hablar frente a los otros, para desdoblar un monólogo sobre la lluvia en la poesía romántica, que en el fondo es un tratado sobre la dicha o el derecho y las posibilidades que tenemos los seres humanos de alcanzarla.

Tras un inicio neurótico en el que el protagonista desquiciado diserta acerca de su propensión a perder objetos –los papeles de la conferencia, sus llaves o el café que preparó para una sesión de lectura–, inmerso en esa “línea de vértigo” sobre la que se desplaza el que se enfrenta a una multitud que escucha, el protagonista pronto humedece el ambiente al hablar de la lluvia en Vallejo (“Me moriré en París con aguacero / un día del cual tengo ya el recuerdo”) o en Pessoa (la “lluvia oblicua”) sólo para terminar hablando, como hacen de una forma o de otra los que ejercen la “alta fantasía” (Goethe dixit) de la literatura, de su manera propia de estar-en-el-mundo. Recorremos sus dos grandes encontronazos con el amor: uno cercenado por exceso de afirmación, el otro por su extremo opuesto: lo negado.

La obra oscila entre el anhelo de ser y la imposibilidad para alcanzar los objetos de nuestro deseo. Poblada del buen sentido del humor que caracteriza al autor coyoacanense, Conferencia sobre la lluvia desnuda la miseria a la que está condenada una vida llena de afanes que sólo encuentra refugio en esos breves instantes en los que la dicha se abre y se revela sin hacer preguntas y esos otros momentos más prolongados en los que logramos escaparnos de la cárcel de nuestros pensamientos y logramos posar la mirada sobre el mundo como es y no como queremos o necesitamos que sea.

(DIEGO RABASA)