“La policía que nos merecemos”, por @salcamarena

Me pareció raro, por decir lo menos, el tono del secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal, Jesús Rodríguez Almeida, en la entrevista que ayer le publicó el diario Reforma. “Las sociedades tienen las policías que se merecen”, le dijo el más alto mando policial capitalino a ese periódico. Eso, que es una perogrullada, lo expresó el funcionario –según se aprecia en el texto—como justificándose, casi con culpa. Y ese es el problema. Yo no habría esperado que Rodríguez Almeida mostrase ese tono de pesar al referirse a sus muchachos, a nuestros policías. Debería estar, cuando menos, orgulloso. O si así lo prefiere, expresar una autocrítica mezclada de optimismo.

Rodríguez Almeida según Reforma: “La Policía es parte de una sociedad y no está alejada de ella. Se dice que cada sociedad tiene la Policía que se merece; (la corrupción) es un tema generalizado que no sólo está en la Policía; (la sociedad) fomenta y participa, tolera y encubre”. Eso, entre otras cosas, se publicó ayer.

Es cierto que si uno se pone a revisar los problemas de la policía de la ciudad de México basta con remitirse a lo que ha publicado sobre ella la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal para encontrar grandes retos. Pero también es cierto que como dice el secretario de Seguridad lo justo es compararnos con nuestra realidad. Y ahí diversos especialistas a los que he consultado reconocen que la de la ciudad de México es la única policía digna de ese nombre en todo el país. Las demás o están en pañales o más valdría que ni existieran.

Con sus más de 85 mil agentes, la policía del Distrito Federal es vista como una de las razones por las cuales el crimen organizado no opera a sus anchas en la capital. Ojo, nadie dice que son extraordinarios, pero están muy lejos de ser los peores de México. Por eso creo que a Rodríguez Almeida le fallaron dos cosas en su entrevista con Reforma.

Primero: el sexenio pasado Manuel Mondragón, coinciden varias voces, dotó a la policía de la ciudad de México de un sentido de cuerpo, de un orgullo. Eran los mismos policías de antes pero se creyeron que podían ser mejores. Y quien se los machacó una y otra vez es alguien que creía en ellos, que se la jugaba por ellos: su jefe, el hoy comisionado nacional. Rodríguez Almeida no debería descuidar ese aspecto. Su tono no es para nada motivador.

Segundo: no es cierto que haya que tirarse al conformismo (la sociedad es corrupta ergo la policía será corrupta). No, el cambio se echa a andar desde distintos lugares, por ejemplo desde la propia policía. Va un ejemplo:

En Tijuana, desde enero de 2012 la policía ha metido a la cárcel a 490 ciudadanos acusados de… tratar de sobornar a un policía. Sí, a quien se le ocurra ofrecer “mordida” a un oficial tijuanense termina en los separos acusado de cohecho. El plan, instrumentado por el Secretario de Seguridad Pública de aquel municipio Alberto Capella, incluye un reconocimiento al interior de la corporación, y uno público, al policía que remita a quien intentó corromperlo (hay testimonios de que ha habido quien ofreció medio millón de pesos, así tendría la conciencia o la cajuela). Como el cohecho no es un delito grave los ciudadanos salen con fianza, pero quedan sujetos a proceso. Esa, creen en la ciudad fronteriza, es una de las razones por las cuales ha mejorado la seguridad en aquella población.

No hay policía sin problemas ni sin malos agentes. La capitalina podría ser mejor, qué duda cabe, pero está en un excelente sitio para plantearse como ser menos corrupta, incluso, que el resto de la sociedad. Tijuana es un ejemplo. Seguro aquí también se nos puede ocurrir algo parecido. Ya en otra ocasión hablaremos de los problemas.

Por lo pronto al jefe de la policía hay que pedirle autocrítica sin pesimismo, y propuestas sin fatalismos. Todos nos merecemos una policía mejor: para empezar, los propios agentes.

(SALVADOR CAMARENA)