“Oda a El Viajero, el taco del año”, por @ruleiro

Decir que un taco, cualquier taco, es el mejor de la ciudad es meterse en camisa de once varas. Es un tema controvertido que despierta pasiones, capaz de terminar con amistades e incluso destrozar matrimonios.

Hay quienes aseguran que no hay nada como un costeño del Villamelón para sentirse vivo. Otros se han revelado como grandes admiradores del taco de carne tártara que sirven en El Jarocho. El suadero también tiene grandes entusiastas, y he escuchado en repetidas ocasiones que el que se despacha en los Tacos Charly, un expendio de la Calzada de San Fernando, debería ser certificado como patrimonio nacional. Existen, además, fanáticos del pastor (¿El Tizoncito? ¿La Linternita?), apasionados de las carnitas (El Venadito, ¡ufa!), partidarios de la gaonera, devotos de los de guisado (Tacos Gus) y los despistados que, por razones que francamente nomás no logro entender, se emocionan con la oferta del Borrego Viudo.

Hago un escueto sondeo en mi oficina. La señorita que está sentada a mi izquierda dice que el mejor es del rajas con crema de La Lechuza. Y dice que a su papá le gustan los de rib eye que venden en el San Ángel Inn. Otra compañera declara un empate entre el campechano del Farolito y el de barbacoa de Murillo. Una tercera se asoma para gritar que no hay mejor taco que el de arrachera de trompo de Los Parados.

Reconozco que habrá quien me diga que no se nada de comida, que tengo el sentido del gusto atrofiado o que no he vivido, pero no me importa: voy a afirmar de manera tajante que el mejor taco de la ciudad es El Viajero. Es el taco del año. Les explico porque creo que se merece este reconocimiento.

El viajero se sirve en el Parnita, un pintoresco restaurante de la colonia Roma Norte, ubicado exactamente en la calle de Yucatán número 84. Suele estar lleno, en particular los fines de semana, pues combina buena comida, buen servicio y precios justos. El plato estelar de su menú es el taco de carne de cerdo al que le dedicamos esta columna. Así nos lo explica Paulino Martínez, que junto a sus hermanos y su madre, maneja el establecimiento: “Es pierna y lomo. La particularidad es la forma en la que se elabora. La carne se deja macerar un día y medio con manteca, hierbas finas, ajos y otras especias. La cocción es fundamental, se hace a fuego lento, con jugos de frutas y caldos durante 6 horas. Eso hace que la carne reviente. Es una receta michoacana, aquí tratamos de darle lugar a diferentes recetas —tirándole al antojo— de diferentes lugares de la República.”.

Sobre el nombre del taco, explica “Viene de nuestro slogan, ‘El viajero que trae el sabor’. El Parnita, significa, en nuestros términos, socio, amigo, carnal, bróder. Es cualquier mexicano que va viajando, probando comida, tomando recetas y ejecutándolas a su entender. De ahí viene El Viajero”.

Tortillas hechas ahí mismo, la carne recién descrita, un poco de cebolla, una rebanadita de aguacate, y listo. Habemos quienes además le ponemos frijoles refritos y queso gratinado. Pero la versión original es la clásica, la que merece estar en toda antología de antojitos defeños.

¿A poco no están salivando? ¿No se les antojó un poco?

Se que habrá quien respalde mi designación. Otros no. Cada cabeza es un taco. Lo cual me recuerda que hay unos maravillosos tacos de cabeza a dos cuadras.

(RULO)