La Tuna, El Chapo y los Chapitos

Por más que desde Google Maps uno cierre el zoom y lo abra, lo cierre y lo abra en un clickeo compulsivo para detectar algún enclave humano en el vértice que une Chihuahua, Durango y Sinaloa, no encontrará nada. No hay modo de hallar La Tuna, el pueblo donde el 4 de abril de 1957 nació Joaquín “El Chapo” Guzmán. En todo caso, verá unos sinuosos macizos serranos sombreados de gris, la vertiginosa prueba de que el hombre más buscado proviene de la nada.

La cosa cambia si uno le echa un ojito ligero, una hojeada ínfima, de pasada, al informe de Pobreza en el Estado de Sinaloa 2012. En la página 13, de rojo intenso, brota sobre un mapa una especie de cuadrado: el municipio de Badiraguato, donde se sitúa La Tuna. Una flecha negra nos conecta con el número 2. Es decir, Badiraguato es el segundo municipio más pobre de Sinaloa, con 74.8 % de habitantes pobres. Si uno avanza dos páginas tendrá ante sus ojos un mapa más, titulado Municipios con Mayor Porcentaje de Población en Pobreza Extrema: Badiraguato, otra vez, es el número 2, sólo abajo de Choix, según el CONEVAL.

La Tuna es un enigma. Una razón podría ser que, como cantan Los Gatilleros de Culiacán, “Para llegarle a La Tuna tienen que tener cuidado / no vaya a ser que se espinen y tengan que lamentarlo”. Pero otra es que quien desee acceder debe andar 110 kilómetros en un sendero pedregoso desde la cabecera municipal.

Si tras mucho andar uno al fin llegara a La Tuna, se toparía con un escenario más o menos así: 45 hogares, la mitad de ellos con piso de tierra. De esos 45, sólo 19 con instalaciones sanitarias. Y de sus 200 habitantes, sólo 11 con Primaria concluida.

Eso sí: Badiraguato, quién sabe por qué canallada estadística, quedó fuera de la Cruzada contra el Hambre.

Todo eso es la realidad de hoy, 2014, cuando las mieles de la civilización endulzan al país entero. Imaginemos lo que sería ese caserío, su atraso criminal, cuando a fines de los años ‘50 e inicios de los ’60 El Chapo era un niño.

En su libro El Último Narco, Michael Beith narra que, cuando Joaquín Guzmán era un pequeño, la escuela más próxima estaba a 97 kilómetros. Si aprendió a leer y escribir fue por heroicos maestros ambulantes que de vez en cuando se aparecían para regalar sus lecciones salvadoras.

El hasta hace dos meses presidente municipal de Badiraguato, Ángel Robles, declaró a la reportera Linaloe Flores: “La gente vive con la esperanza. Y la esperanza ya no es real. Yo estoy de acuerdo que se tiene que combatir la siembra de estupefacientes. Se tiene que combatir, pero el gobierno debe ponerles formas de empleo lícito a las familias para que sobrevivan. Ahí no llega nada. Nada llega. Que el programa nacional del hambre… Para Badiraguato, cero. Que la construcción de los espacios deportivos para que los jóvenes le entren con su energía en el deporte y que el día de mañana sean grandes personas… Cero, cero. No hay nadie que venga a decirnos: ‘señor Presidente, ¿qué ocupas?’ Estoy solo”.

La pobreza en México es hereditaria. El hijo de pobre será pobre, y a su vez tendrá hijos pobres. Con una monstruosa estela de terror de 34 años -desde que se alió con Miguel Ángel Gallardo- El Chapo logró romper la herencia de la pobreza. Y como México, Sinaloa, Badiraguato y La Tuna prosiguen en la miseria, quién sabe cuántos “Chapitos” nacieron ayer, cuántos están naciendo hoy y nacerán mañana, en tantas poblaciones sin nada, nunca, desperdigadas por ahí.

Y claro: en un futuro exijámosles a esos niños vueltos jóvenes de La Tuna y otros pueblos ser gente de bien y prosperar cultivando frijol, garbanzo y cacahuate. Jamás marihuana. No sea que un día dejen de ser pobres.

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 (ANÍBAL SANTIAGO)