“Mexican Horror Story”, por Fernando Rivera Calderón

 Quise ser ingenuo anoche. Quise evadir la realidad. Quise irme a la cama con la imagen de los estudiantes del politécnico dialogando con el secretario de gobernación. Imaginé con la candidez de quien ya se puso el pijama que quizás, a pesar de todo, sí es posible mirarnos a la cara en este país.

Juro que lo intenté. Sin embargo, en la madrugada, desperté agitado y sudoroso con una imagen perturbadora en mi cabeza: el cadáver desollado del joven normalista Julio César Mondragón encontrado en Iguala tras los enfrentamientos con la policía municipal. Un estudiante asesinado, cuyo rostro y ojos le fueron arrancados en uno de los eventos más violentos y terribles entre los miles de hechos violentos y terribles que hemos atestiguado o vivido los últimos años.

Pocas cosas pueden ser tan desesperanzadoras como despertar de una pesadilla y descubrir que se sigue en ella, que en realidad la pesadilla sólo fue un sueño hiperrealista, una prolongación del horror cotidiano que no para nunca, ni siquiera cuando uno intenta cerrar los ojos y descansar. ¿Quién puede dormir tranquilamente en un país donde ni siquiera los muertos pueden descansar en paz?

Julio César era un joven padre y esposo, era también un futuro maestro y uno de los muchos estudiantes asesinados de la normal de Ayotzinapa. Ahora la fotografía de su cadáver cruelmente violentado se sobrepone a todas las visiones y opiniones sobre este país. No hay reforma, no hay presupuesto ni política que valga en un lugar donde suceden crímenes con esa saña enfermiza. No hay partido de futbol, ni show de televisión, ni visita del Papa, ni rosas de Guadalupe que puedan quitarnos de la cabeza el rostro sin rostro de Julio César, los rostros sin rostro de tantas víctimas cuyas muertes quedan impunes, de tantos “incidentes aislados” que se agolpan en la memoria negra del amasiato entre las autoridades y el crimen organizado.

Quise dormir soñando en un país donde podíamos dar la cara y mirarnos a los ojos, pero desperté frente a una calavera ensangrentada que en vez de mirada nos ofrece dos abismos negros. El rostro desollado de un país tzompantli, de un país fosa común, de un país piedra de los sacrificios. El México que se está moviendo: Ayotzinapa, Tlatlaya, Chihuahua, Morelos, Michoacán, Sonora, Quintana Roo. El país donde sin importar si duermes o estás despierto la pesadilla continúa.

(FERNANDO RIVERA CALDERÓN / @monocordio)