‘Niños Malos’, por @apsantiago

La TV nos mostraba a López Dóriga de traje y corbata, y las noticias pasaban con la monotonía de una noche cualquiera: un político rodeado por un hormiguero de reporteros, diputados hablando ampulosos ante el Congreso, una inundación. Nada como para preocuparme de que mi hija, de cinco años, jugara frente a la pantalla.

 De pronto, el periodista inició una nota con un “aparecen decapitados cinco cuerpos”. Volteé hacia la pequeña: ella miraba al periodista, que ahora daba datos más precisos sobre la masacre en que a unos mexicanos les rebanaron la cabeza.

¿Cómo procesan nuestros niños el horror? ¿Qué pasa en sus mentes al ver imágenes atroces como cuerpos decapitados? ¿Cómo les afecta saber que en su país es normal asesinarse, y además con ese sadismo? Si mi hija preguntaba, “¿qué es un decapitado?”, ¿le decía, tan campante, “gente a la que le cortan la cabeza”? Y si preguntaba “¿por qué se las cortan?”, ¿me arrancaba con un cuentito tipo “Había una vez en un reino lejano gente que necesitaba sustancias para vivir y grupos que las producían ilegalmente. El gobierno combatía a esos grupos y esos grupos furiosos decapitaban a personas del gobierno y otros enemigos que también producían drogas”?

Mi reacción fue acallar la amenaza y eludir el problema: apagué en seco la TV. Ella dijo “¿ya no vas a ver?”, y yo pensé “tú ya no vas a ver”.

Cuando hace tres días la Policía Federal cateó niños en el Zócalo en la celebración de Independencia, la reacción de todos fue: ¡Gobierno cabrón! A los adultos nos resulta insoportable que el poder inmiscuya a los niños con esa violencia en la guerra contra –paradójicamente- la violencia.

¿Y cómo les resultará a ellos, los niños? Un niño cateado por su gobierno podría, sin dificultad, pensar (con su propio lenguaje, claro):

1.- Los grandes me ven como sospechoso aunque sea niño.

2.- Cualquier adulto puede tocarme.

3.- Los grandes nos dan a los niños un país en guerra donde también somos sus enemigos.

4.- Los adultos pueden usar mi cuerpo para alojar armas.

5.- A un adulto no le importa usar mi cuerpo para alojar armas.

6.- En mi país hay mucho peligro.

7.- Mis papás me pueden usar para lastimar a otros.

8.- Importa menos mi vida que lo útil que puede ser mi vida para un fin perverso.

9.- Un lugar de fiesta puede volverse un lugar de tragedia.

10.- En mi país la gente se daña entre sí.

11.- Mi familia me lleva a un lugar donde podría haber ataques y pueden lastimarme.

12.- Si piensan que soy malo es que hay otros niños malos.

“Todo se dio conforme a los procedimientos de operación con los que se tiene que actuar; así se actuó, de manera acomedida, diligente“, justificó el Comisionado Nacional de Seguridad, Monte Alejandro Rubido.

Su mirada parece corta. Por su “diligente y acomedida” actuación, el gobierno inocula en las mentes de los niños mexicanos un virus del que desconocemos sus alcances.

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(ANÍBAL SANTIAGO / @apsantiago)