Pasión por los boletos del metro

En el terreno de las obsesiones raras en la ciudad, una de las más extrañas con las que me he topado es la de coleccionar boletos del metro. El otro día me encontré con Germán Ramírez Vera, un hombre como de cincuenta años, que administra, junto con otros más, una página de Facebook llamada Coleccionistas de boletos del Metro, México D.F. Germán me enseñó dos carpetas llenas de boletos de distintas épocas. Quién iba a decir que me emocioné. Me contó que desde muy joven siempre le gustó guardar los boletitos: los usaba como separador de libros, para apuntar el teléfono de alguien, o como un extraño vehículo para mandar un recadito. Luego, le dio por forrar cuadernos con ellos. Años después, se topó con gente como él, que tenía una pasión similar. Se reunían alrededor de una página en Facebook. Allí se dio cuenta que había compra y venta de boletos antiguos del metro, y que la cosa estaba bastante organizada. Germán ha intentado sistematizar esta pasión, colaborando en la creación de un catálogo de boletos, un libro como de unas cien hojas que tiene una profusa descripción de cada tipo de boletos -por el frente y el revés- que han salido a las calles de la ciudad. Están los boletos convencionales (llamados por los especialistas “la serie permanente”), cuyo diseño y color ha ido cambiando a lo largo del tiempo y, como en la filatelia, los boletos conmemorativos, que se refieren a los aniversarios de distintas cosas, como el del año de Juárez, que fue el primer boleto conmemorativo de 1972. Hay una tercera categoría de boletos, los que la administración del metro comercializó vendiendo a empresas, pero este impulso duró poco. Germán me dijo que eran muy raros y que por eso no los había incluido en la carpeta. ¿Existe algún tipo de boleto especialmente apreciado?. “Si –dijo Germán– los primeros boletos, los de la serie uno, que son muy difíciles de encontrar.” ¿Qué van a hacer ahora que una tarjeta electrónica está sustituyendo los boletos? No hay problema, me dijo German. “Estaba leyendo en algún lado que del coleccionismo a la compra compulsiva hay un paso muy pequeño. Ya estamos juntando las tarjetas”. Germán me enseñó su incipiente colección, vi la variedad de impresiones y diseños. Confieso que yo, comprador compulsivo, me emocioné otra vez.

(GUILLERMO OSORNO)