Paz, por @drabasa

En 1949 el novelista turco Ahmed Hamdi Tanpinar publicó su obra maestra: Paz. El Nobel de dicho país, Orhan Pamuk, ha repetido una y otra vez que Paz fue un faro vital en su formación como escritor y que es, además, la novela más importante que se ha escrito sobre Estambul. Dueño de una prosa capaz de sondear los aspectos más hondos del alma humana, de captar los múltiples sobresaltos que componen esa ambigua y siempre esquiva figura que convenimos en llamar yo, Tanpinar retrató uno de los problemas más acuciantes de nuestra época: la imposibilidad de encontrar paz en nuestro interior.

La novela sigue los pasos de Mümtaz, un joven que vio como su padre era asesinado por fuerzas rebeldes cuando apenas tenía once años, que fue criado por su tío tras el fallecimiento de su madre -apenas unos días después que la muerte del padre-, educado con un esmero absoluto bajo un sistema de creencias que combinaba lo mismo la alta cultura y una estrecha comunión con la tradición (sobre todo musical) de su tierra y sus ancestros.

Entre los múltiples problemas que el héroe de la novela tiene que enfrentar se encuentra el suicidio de un viejo amigo de la familia en las puertas de su hogar, el abandono de la mujer que significaba para él la reconciliación entre su atormentada e infatigable mente y el universo y, sobre todo, la búsqueda de sentido, las posibilidades de encontrar paz y descanso en un mundo en el que “se anhelaban cosas que realmente no necesitábamos o que, cuando menos, nos alejaban de nosotros mismos sin que tampoco nos acercaran a ningún lugar”.

La novela acontece en la antesala de la invasión alemana a territorio turco en los albores de la Segunda Guerra Mundial. El escenario en el que Mümtaz se encuentra tiene un parecido importante con nuestra situación actual. Estambul es una ciudad colmada de vida, repleta de contrastes, atravesada por dos tradiciones que conviven en sus linderos (Oriente y Occidente); la población se siente en un punto de inflexión que amenaza con sepultar sus tradiciones en aras de un tránsito hacia una modernidad incierta que pretende homogeneizar sus valores, sus costumbres y sus modos de vida con los ideales de la Europa más occidental.

Nuestro país se encuentra en un estado de total asedio. Sumidos en la incertidumbre total no sabemos de dónde provienen los ataques más lacerantes: si de la clase política, ahogada en un mar de corrupción, impunidad, tráfico de influencias y explotación a los sectores débiles de la sociedad, o de bandas criminales que han demostrado, en muchas zonas de nuestro país, su total hegemonía sobre el Estado. Encontrar el camino, configurar un espacio que nos permita vivir en paz, refugiarnos del acoso consumista, distanciarnos de los interminables escándalos y las insoportables tragedias, recuperar el espíritu colectivo necesario para que cualquier comunidad pueda funcionar, cultivar vínculos personales que trasciendan los superfluos e impersonales páramos del mundo digital, aspirar a una vida digna, se ha convertido en una tarea cada vez más difícil. Queda el pequeño consuelo de que existen libros como Paz que nos permiten desahogar un poco nuestra desesperanza, entender un poco los vaivenes de nuestro “territorio interior” y rescatar, de este abyecto pozo sin fondo, nuestro derecho a la belleza y el bienestar.

 (DIEGO RABASA)