Reincidentes: teatro del exceso, por @ds_paris

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En una ciudad con una oferta cultural tan vasta como la del DF, me suele pasar que renuncio a todas las posibles opciones y termino por quedarme en casa a leer y ver películas en internet. Sin embargo, cada tanto resurge en mí cierto entusiasmo por cubrir, más o menos, la cartelera teatral de la ciudad, y me lanzo a ver teatro guiado por recomendaciones o intuiciones, que tanto pueden resultar en deslumbramiento como en franca desilusión. El último de estos arranques, por suerte, me llevó a buen puerto: el foro Sor Juana Inés de la Cruz, del Centro Cultural Universitario, donde se exhibe (hasta el 5 de julio) la obra Reincidentes, de David Gaitán y Alonso Ruizpalacios, dirigida por éste último (conocido sobre todo por el reciente éxito de la película Güeros).

Reincidentes se anuncia como una obra basada en textos del neurólogo y magnífico ensayista estadounidense Oliver Sacks, pero desde los primeros minutos el espectador entiende que se trata de una experiencia escénica que desborda esa descripción. La disposición del público, en un círculo que rodea el escenario, amenaza al espectador taimado (soy de esos) con la insufrible posibilidad del teatro interactivo, que suele exigir del público un despliegue de impudicias que el público no siempre está dispuesto a dar. Por suerte, la obra no cumple esa amenaza, sino que el lugar que ocupa el espectador privilegia un vouyerismo extremo, en el que la cercanía de los actores ayuda a distinguir el paso entre los distintos niveles de ficción.

Lo que comienza como una reunión obligada de personas que se negaron a ser funcionarios de casilla en las últimas elecciones —imposición guiada por un “doctor Pandas”, quien prácticamente sostiene por sí solo toda la primera mitad de la obra—, se desliza pronto hacia una reflexión sobre la participación ciudadana, la salud mental, el tabú, el poder del insulto y la situación política de México. Los temas se alternan regidos por un ritmo no sólo actoral sino también musical, con la ayuda de una batería, un piano, fragmentos recitados de la Ursonate —mítica pieza de poesía fonética del dadaísta alemán Kurt Schwitters— y citas de algunos casos clínicos de Sacks.

El pretexto para que la obra crezca y se desate hasta extremos de intensidad y delirio es el síndrome de Tourette, explicado y puesto en escena durante la segunda parte del espectáculo. En general, debo decir, me molestan las piezas literarias que toman el Tourette o trastornos mentales similares como detonador (prejuicio mío), pero en este caso me parece, sino justificado, al menos sí muy bien resuelto. Hay una gratuidad alegre y paradójicamente necesaria en el modo en que Reincidentes avanza de un punto a otro, llevada no por la exigencia de una trama sino por el despliegue de excesos que la compañía Todas las Fiestas del Mañana logra cuajar con gran acierto.

De las muy variadas propuestas que la cartelera del DF ofrece en estos días, ésta, poco convencional, es una que bien justifica dejar la modorra veraniega.

(DANIEL SALDAÑA PARÍS)