Sí podemos. ¿Sí queremos?, por @wilberttorre

“No quiero que el sistema democrático sea una vez más un paréntesis en la historia”, dijo Adolfo Suárez al dimitir a la presidencia de España en 1981. En 1982 el presidente López Portillo lloró en cadena nacional, en la disculpa pública más patética (e inútil) de un político. En una entrevista con Jorge Ramos, Carlos Salinas dijo que le parecía bien que su hermano Raúl hubiera sido castigado por actos ilícitos, entre ellos falsificar documentación oficial. En 1997, Emilio Chuayffet renunció a la secretaría de Gobernación tras la matanza de 45 indígenas en Chiapas.

 La historia de México es un pantano de renuncias y unas cuantas disculpas por abusos y errores cometidos en el servicio público. En The New York Times, Enrique Krauze pidió al presidente disculparse ante los mexicanos y hacer cambios en su gabinete para enfrentar la crisis que han abierto Ayotzinapa, Tlatlaya y una casa de 87 millones de pesos transferida por un contratista a la famila presidencial.

En una reunión con periodistas en Los Pinos, Ciro Gómez Leyva dijo al presidente Peña que Krauze pedía que se disculpara.

–Disculparme? Menea la cabeza, oprime los labios el Presidente que ha estado sereno y buscado ser empático y franco–, escribe Gómez Leyva.

Las disculpas pedidas por Krauze, como pedir al presidente hacer cambios de gabinete, o peor aun quienes sugieren que esta es solo una crisis de comunicación de un gobierno que ha sido incapaz de comunicarse y controlar daños en Ayotzinapa y la casa blanca, se inscriben en la misma lógica de poder que ha dominado al país por décadas.

Pensar que pedir disculpas o cambiar funcionarios resolverá los gravísimos problemas del país, es pensar que un cáncer puede sanar con aspirinas. En México, el país más corrupto del mundo, jamás ha sido enjuiciado un alto funcionario por actos de corrupción. Puras disculpas. Puras renuncias.

No queremos más disculpas, renuncias, ni paréntesis como los evocados por Adolfo Suárez al dimitir en España. Tampoco que renuncien Videgaray –aunque no estaría mal–, poseedor de otra casa del mismo contratista, y Osorio Chong, por el fracaso de las políticas de seguridad nacional.

Lo que necesitamos es algo parecido a lo que ya es Podemos en España: un partido surgido de protestas propulares y construido desde la sociedad civil, que hoy ocupa el segundo lugar en intención de voto.

Sí podemos, pero ¿Sí queremos? ¿O nos conformaremos con un par de renuncias y una disculpa que se llevará el tiempo?

(WILBERT TORRE / @WILBERTTORRE)