‘Sirvientes de la trata’, por @apsantiago

El clímax de mi oficio llegaba en una final entre equipos de colonias enemigas en el Deportivo Cabeza de Juárez, la tercer caída de un máscara contra cabellera en la Arena México, y un nocaut en un Campeonato Nacional Welter en la decadente Coliseo.

Pero un día de hace 14 años pasé de cubrir fut llanero, lucha libre y box nacional en el periódico Metro a ser reportero urbano del Reforma, y la vida se aceleró.

Mi debut en la adrenalina periodística fue una noche del 2000, cuando se incendió el table dance Bar Lobohombo, murieron 22 personas, y mi jefe, Héctor Zamarrón, me dijo “averigua cómo era al interior ese lugar y haz una crónica.”

Entrevisté a clientes del antro, y con el corazón latiendo como bombo acabé el texto de madrugada. La cobertura no paró ahí. Desde ese momento, nos pidió a sus reporteros meternos a los table dance para narrar su funcionamiento. Varias semanas, con mi gran amigo reportero Yaotzin Botello hicimos un “safari” de table dance como si fuéramos clientes, y sacamos información a bailarinas, dueños, gerentes, meseros.

Pero hubo una asignación especial. A la redacción llegó el dato de que el edificio de Hamburgo 238, en la Zona Rosa, era una especie de cárcel de “bailarinas exóticas”. Apostado en una ventana del edificio de enfrente, descubrí que unas 40 jóvenes –muchas checas y húngaras- vivían ahí en semiesclavitud, vigiladas por guardias, seguidas hasta cuando iban a la tienda. En la noche, escoltadas, salían a trabajar. La nota de portada se tituló sin fortuna “Viven Bailarinas como en harem”.

Por aquella cobertura supe que si te asomas detrás de las contorsiones sensuales que sublevan el instinto varonil suele haber una realidad magistralmente ilustrada por el apodo de los table: giro negro. Y lo negro es trata de personas, abuso sexual, esclavitud, corrupción.

El seguimiento informativo se extendió unos dos meses y nos confirmó a periodistas y lectores que las vejaciones eran salvajes.

Por eso no es divertido que el ya destituido Coordinador del PAN en la Cámara de Diputados, Luis Villarreal, y otros panistas, gozaran la vida en Puerto Vallarta contratando bailarinas. Y ni siquiera es relevante –su argumento para defenderse- si no lo hicieron en horario laboral, si no están casados o si pagaron todo de su bolsillo.

En México unas 20 mil mujeres son secuestradas cada año para ser explotadas sexualmente –buena parte niñas- y nuestros gobernantes, los responsables de que el país algún día alcance la justicia, los mismos que crearon la Ley General Contra la Trata de Personas, están alimentando al monstruo de la propia trata.

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(ANÍBAL SANTIAGO )