Telegénicos, por @DiegoEOsorno

Se ha dicho y escrito mucho que el presidente Enrique Peña Nieto, así como el gobernador de Jalisco, Aristóteles Sandoval; el de Chiapas, Manuel Velasco, o el de Nuevo León, Rodrigo Medina, entre otros, son políticos fabricados para y por la televisión. La palabra “actores” es una de las más elegantes que se usa para definirlos críticamente; en el otro extremo suele llamárseles “títeres”.

 En el mundo de la mercadotecnia política el término que se emplea para estos personajes es el de telegénicos. Un político telegénico es aquel que, antes que nada, tiene que “registrar bien” ante la cámara: puede ser un tipo joven y apuesto o no, pero debe sortear esa condición, entre esotérica y fisionómica, de no causar “ruido o repulsión” al verlo en la pantalla. Un par de ejemplos antitelégenicos que me dieron expertos en el tema son: Arturo Montiel y Emilio Gamboa, políticos poderosos pero impopulares, que precisamente están muy cerca de algunos de los candidatos y candidatas telegénicos más recientes.

Otra característica predominante de los telegénicos es su enorme disposición y buena retentiva para hablar de cosas que ni les importan ni les interesan. Cuando le pregunté a un estratega y asesor de imagen que trabajó con el actual gobernador de Nuevo León, Rodrigo Medina, cuál era el mayor talento que este tenía, me respondió: “No recuerdo a alguien con tanta capacidad para hablar tan bien durante una hora sobre cosas que no entiende nada”. El asesor me explicó que después de que el anterior gobernador, Natividad González Parás, decidió que Medina sería su sucesor, un equipo de especialistas en imagen política (que no es lo mismo que en política) arropó al joven del PRI para entrenarlo sobre cómo hablar frente a la cámara antes que ante la gente. La asesoría incluyó cambios de peinado, ropa, maquillaje, postura y modulación de voz.

Así fue como Medina llegó a la gubernatura de uno de los estados más importantes de México, a pesar de tener sólo 37 años de edad, una vida académica bastante caótica y una laboral desarrollada gracias a las influencias de su papá, Humberto Medina, amigo de González Parás.

Ya como gobernador, a pesar de muchos momentos críticos causados por la ola de violencia que sacudió a Monterrey y su área metropolitana, Medina se mantuvo en el cargo por tres razones:

1. Porque en los momentos más críticos cedió el control de su gobierno a comandantes de la zona militar, empresarios o incluso al expresidente Felipe Calderón. Un ejemplo es Fuerza Civil, cuerpo policial ideado por la Iniciativa Privada al que se opuso en principio, aunque después reivindicó como logro suyo.

2. Por el manejo millonario de recursos públicos que hizo en su administración, a pesar de que buena parte de ellos fueron resultado de un endeudamiento sin precedentes en la historia de las finanzas de Nuevo León.

3. Por su presencia constante en las televisoras locales, lo que le permitió mantener una mínima imagen de popularidad.

Dentro de algunos años, cuando haya la distancia suficiente, podremos medir bien el daño que le han hecho los telegénicos a la política. Una de las motivaciones para hacer el documental El poder de la silla fue precisamente esa: revisar la experiencia concreta de cuatro exgobernadores y tratar de ir encontrando en sus testimonios, las claves de una época actual en la que se nos hace normal el hecho de que el que no sale en la tele, no llega al gobierno.

(DIEGO ENRIQUE OSORNO)