Un mes de festejos, por @antonioortugno

1 de mayo, Día del Trabajo: jornada en la que uno puede reflexionar sobre los mártires de Chicago mientras se las arregla con los niños en casa, porque no hubo clases. Los mártires murieron falsamente acusados de terroristas por unos patrones miserables que se negaban a establecer la jornada laboral de ocho horas. La jornada laboral ganó en el ring, pero los patrones la voltearon en la mesa. Total: uno trabaja jornadas que, como quiso Perogrullo, empiezan cuando empiezan y se acaban cuando se acaban. Eso sí: el 1 de mayo es feriado. Antes había un desfile de trabajadores, pero que ya fue sustituido por un puro reparto de tortibonos.

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5 de mayo, Batalla de Puebla: jornada en la que se conmemora una de nuestras escasas victorias en el campo de la guerra. Se festeja arreglándoselas como sea con los niños en casa, porque no hubo clases, y leyendo en Facebook a hípsters tarados: “Ash, debió haber ganado Maximiliano ¡y ahora seríamos Francia, goey! ¡A mí la Batalla de Puebla qué o qué! ¡En el de vuelta ganaron los franceses! #osomil”. No es día feriado para el trabajador. A los niños los cuida la abuelita, la tía o el mayorcito, que ya tiene cara de responsable.

10 de mayo, Día de la Madre: jornada en la que aquellas mujeres que han tenido hijos deben arreglárselas con ellos en casa, porque no hubo clases y porque se espera que asistan, aunque sea un ratito, al festejo de la empresa, en el que se les repartirán polveras y tortibonos. Para abrir boca, se les obliga a acudir a un festival en donde los niños montan coreografías con canciones de la sutil Lady Gaga y honran a su progenitora obsequiándole un pegosteón a base de rafia y macramé que dice, en letra temblona: “Muchas felicidades mamacita linda de tu hijo Atemoc Obama Morales Machuca”.

15 de mayo, Día del Maestro: jornada en la que uno se las arregla como puede con los niños en casa, porque tampoco hay clases, y en la cual se celebra a los profesores, esos seres oscuros que el resto del año son maldecidos por andar tapando carreteras y a los que se balconea cada que se puede como corruptos y salvajes (los cartonistas los pintan como gorilas atacados de rabia), aunque uno, modesto que es, en realidad sea víctima de politicazos con apariencia de galancito. A los niños los cuida la abuelita, la tía o el espíritu de la Educación Pública.

23 de mayo, Día del Estudiante: jornada en la que los niños, por fin, van a la escuela. Ya nadie se acuerda de qué se conmemora. Se festeja discutiendo en la oficina sobre la inminente liguilla del futbol.

(Antonio Ortuño)