Una vacuna contra la fealdad urbana

Esta semana vi Elysium, reciente bodrio del director de la divertidísima District 9, protagonizada por Matt Damon. Sin entrar en demasiados detalles, la cinta presenta a la humanidad dividida en dos. La burguesía, vestida de color pastel, francoparlante (évidemment), bebiendo limonadas entre sets de tenis, vive en el espacio, dentro de Elíseo, una gigantesca nave circular cuyo interior parece un híbrido de suburbio gringo y mansión de narcotraficante. Abajo, en la tierra, el pobre de Damon y sus cuates viven en América Latina (obviamente), entre nubes de polvo, maquiladoras y caminos de terracería. Tengo entendido que, en busca de escenarios auténticamente cochambrosos, Elysium se filmó en la ciudad de México. El mensaje es claro: si quieres encontrar una locación que simbolice el rostro más feo del mundo, lánzate al Distrito Federal. ¡Gracias, Hollywood!

La grisura de América Latina es nuestro denominador común. Los bordes de Santiago, algunos barrios en Guatemala y ciertas zonas de Lima se asemejan a nuestros propios rincones: tendederos al aire libre, techos de lámina, cascarones de automóviles oxidados y fachadas manchadas de ese insulto sin remitente que es el grafiti. Las delegaciones pobres no tienen derechos reservados sobre estas esquinas. La Condesa, La Roma, Polanco y hasta Coyoacán (barrios que, a diferencia de Santa Fe, no pretenden convertirse en Houston) son mayormente desiguales, con edificios raídos compartiendo el espacio con construcciones modernas, disonantes, no menos lamentables.

Hay rincones hermosos en el DF pero cuesta encontrarlos. Y es ingenuo pensar que vivir en una urbe estéticamente degradada no afecta nuestro ánimo. Ponemos plantas y cuadros en la sala precisamente porque la alegría diaria se nutre de verdor y vida, y el gris que nos rodea es la antítesis de esa riqueza. No soy planificador urbano; lo que busco es plantear una modesta solución al problema. Y la cura para “el mal de Elysium” es salir de la ciudad. No, no hablo de gastar miles de pesos para visitar el Caribe o Francia. El DF está rodeado de belleza. Los más hermosos volcanes de México están a menos de tres horas de distancia. Llegar al Paso de Cortés, la cuna entre el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, toma poco más de dos horas y cacho, y es el sitio más impresionante que conozco. Además, a diferencia del Ajusco, el lugar está básicamente limpio: un milagro para un país que aún no sabe cómo utilizar un basurero.


Cuartoscuro

Por eso es triste. He ido diez veces al Paso de Cortés y nunca he visto a más de un puñado de visitantes. A riesgo de sonar como publirreportaje, los exhorto a visitar los alrededores de nuestra gris ciudad. Todos necesitamos un paréntesis de cielo despejado y silencio. Y no todos saben que ese paréntesis está realmente cerca.

(DANIEL KRAUZE / @dkrauze156)