“Discapacidad de la sociedad”, por Ana Catalina Treviño

Hace más de un año que inició esta experiencia valiosa, inolvidable e inesperada en una convivencia con niños con discapacidad en Estados Unidos. Hoy me doy cuenta que en nuestro México se necesita de la mayor ayuda posible para que las personas con discapacidad, principalmente los pequeños, se puedan integrar a la sociedad.

Mi experiencia personal puede no ser tan diferente a otras historias, pero me sirvió para darme cuenta de que todos podemos hacer algo para integrar a personas con discapacidad. La pregunta es ¿qué le hace falta a México para poder integrar mejor a estos niños a nuestra vida diaria, considerando que un 10% de la población tiene alguna discapacidad?

En contraste, esta integración ya se hace en los países más desarrollados, en esos que tienen el nivel al que México aspira llegar.

Mi experiencia en una escuela fuera de México me hizo ver de manera diferente lo que sucede en nuestro país. Recuerdo perfectamente el primer día de clases: sentada en la oficina de la directora, con diversas opciones para elegir una actividad extracurricular. Principalmente por desconocimiento decidí integrarme al salón de niños con discapacidades como auxiliar.

Al principio me sentí incomoda; los veía diferentes y no sabía cómo actuar frente a ellos. Pero mis temores y miedos rápidamente se desvanecieron: tantas risas, sonrisas, y espontaneidad me conquistaron inmediatamente. Los niños llegaban conmigo emocionados al ver que alguien nuevo y diferente formaba parte de su clase. Me llenaban de preguntas: ¿cómo te llamas?, ¿cuál es tu color favorito?, ¿quieres ser mi amiga?

Desafortunadamente en México el sistema educativo no promueve la integración de estos niños, lo cual tendría gran valor educativo y formativo, no solo para niños con discapacidad, sino también para el resto de los alumnos y profesores.

Es claro que en el país la gran mayoría de estos pequeños son de bajos recursos y necesitan de la mayor ayuda posible para integrarse a la sociedad y desarrollarse física y mentalmente. Además, una gran parte de los centros educativo públicos y privados tienen recursos razonables para hacerlo. Así que no es un tema de presupuesto, es un tema de inclusión que debe formar parte de la discusión de nuestros políticos y autoridades.

Para mí, la vida cambió con esta experiencia ya que el gran valor que te puede dejar una persona con capacidades distintas es que la felicidad está en las pequeñas cosas de la vida, no en lo sofisticado o material. Las personas con discapacidad son incapaces de tener malicia o deshonestidad, nunca están pensando en engañarte o perjudicarte, en ellos no caben las malas intenciones. Los niños con discapacidad tratan igual a todos independientemente de su condición social, éxito o apariencia.

Hay mucho que nos pueden aportar las personas con discapacidad para fortalecer valores que se han perdido en México, como la sensibilidad, la sencillez y la honestidad: valores que nos servirán para crecer más como país y como sociedad incluyente.

Puedo hablar de mi experiencia porque eso me llevó a tomar decisiones de vida y a aportar de mi tiempo. En el colegio la integración era real: éramos como un rompecabezas en donde cada estudiante jugaba un rol único e individual y el común denominador era el respeto y la aceptación mutua de nuestras habilidades y limitaciones.

Para continuar con mi aportación me integré en México al Instituto Nuevo Amanecer como maestra auxiliar de arte: todos necesitamos poner de nuestra parte, pero lo más importante es darse cuenta de esta realidad.

¿ANÍMATE A OPINAR!

Ana Catalina Treviño Galán tiene 15 años de edad. Además de seguir estudiando, es Maestra Auxiliar Voluntaria del Instituto Nuevo Amanecer, en Monterrey.

(ANA CATALINA TREVIÑO)