En el Metro “cuando te toca, te toca”

Antes de cruzar el torniquete para entrar al Metro en la estación Misterios, de la Línea 5, Sergio Lara no sintió ni una pizca de duda sobre la conveniencia o no de usar ese medio de transporte. Pasan de las siete de la mañana. Se metió porque la prisa de todas las mañanas lo come para ir a trabajar.

Han pasado ya 12 horas desde el choque de dos trenes la tarde del lunes en la estación Oceanía, que dejó más de 12 lesionados y la mitad de la línea sin servicio en un día de afluencia regular, por ser día semi festivo. No todos los chilangos descansan en el Día de la Batalla de Puebla.

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Pero ese tipo de accidentes, aparatosos por lo que implica ver dos trenes con gente colisionados, no es motivo de preocupación para muchos capitalinos que usan esa ruta en su vida cotidiana. Al parecer, viajar en el DF te curte.

“Es que cuando te toca, te toca”, es la respuesta que muchos dan cuando se les interroga si no hay temor de que la próxima vez puedan ser ellos los involucrados en un accidente. Pero no hay miedo. Entre los chilangos, hay más prisa que nervios.

“O a veces ya hasta nos acostumbramos al riesgo… las autoridades prometen y prometen y el ciudadano está a ciegas porque no sabe en realidad lo que pasa”, opina el señor Víctor Estrada, después de transbordar de un tren a uno de los 50 autobuses de la Red de Transporte de Pasajeros (RTP) que el gobierno de la ciudad ofreció para completar el recorrido de la Línea 5 desde Consulado hacia Pantitlán.

La RTP, con sus autobuses descuidados, es usada con frecuencia por el gobierno del Distrito Federal como servicio de emergencia cuando microbuses o trenes del Metro, en este caso, se accidentan.

Esta vez, debido a las labores de retiro de los convoyes siniestrados, se cerraron las vías en el tramo mencionado. Por eso, los pasajeros tuvieron que cambiar del tren a los autobuses gratuitos.

En Consulado, los torrentes de gente salen desesperados y angustiados por lo que pueda pasar si llegan tarde al trabajo. Corren mirando el reloj, buscan dónde formarse mientras entienden cómo funciona el servicio gratuito de los autobuses. Los ven. Se trepan. Se amontonan en el vestíbulo y arranca el camión. Los rostros de la gente son serios. La prisa aísla a los capitalinos en su propio humor.

“Nos quita mucho tiempo estar transbordando así”, dice molesto el señor Jaime Flores de 38 años, quien lleva medio año usando diario la ruta del Metro Politécnico a Oceanía sin que haya sentido ni tantito miedo.

– Entonces, ¿usted confía en el Metro cuando se sube?
– Sí. Porque lo que va a pasar, va a pasar. Y ya.

El hombre, de rostro endurecido por el retraso de 20 minutos que ya lleva para su trabajo, se baja en Oceanía, en donde un grupo de policías confinó con cinta de plástico amarillo un espacio cercano a la entrada al Metro para evitar que la gente ingresara.

Enfrente, en las vías que corren de manera superficial en los carriles centrales del Circuito Interior, en la bajada del Cerro del Peñón, empleados del Metro laboran en los últimos movimientos para retirar los pedazos de tren que quedaron tras el impacto en ese sitio.

Y sobre la banqueta, el joven Iván Gómez, de 33 años, que llegó por la Línea B desde Ecatepec, luce confundido por no hallar la dichosa RTP que lo lleve a Pantitlán.
Al mismo tiempo de que busca con la mirada cuál de esos camiones anaranjados tiene espacio suficiente para subirse, piensa en dos cosas: lo preocupante que es que un tren de pasajeros de la ruta que él usa choque así de pronto y la incompetencia del gobierno de no avisar a los usuarios que vienen del Estado de México que el transbordo a la línea amarilla iba a ser tan complicado esta mañana.

“Me preocupa, ya no voy tan seguro como antes, es algo con lo que ahora hay que ir lidiando. Es preocupante esta situación. Hasta antier me sentía seguro, pero ya con esto… queda mucho que desear del servicio. Ya ve que hay comentarios de que algunos conductores luego van jugando Candy Crush…”, comenta inquieto por la hora, ya cerca de las nueve de la mañana.

“Yo estaba en uno de los vagones de aquel Metro que iba conducido por un hombre en estado de ebriedad, en la Línea 3, hace unos años, entonces ya me ha pasado y sí pienso que es muy peligroso, que tienen que tener mas conciencia”, platica Aldo Nava.

El muchacho de 20 años es de Tijuana y estudia Historia en el DF. Salió del aeropuerto con tres maletas y esperaba entrar en la estación Terminal Aérea. Pero se topó con las puertas cerradas. Su opción entonces fue el Metrobús o un taxi. Pero antes de dirigirse hacia alguno de esos medios, opina sobre su experiencia en el Metro capitalino.

“Como es el sistema más barato y de más fácil uso para moverse, por eso lo tomo. Se tiene que seguir usando, a pesar de todo, porque es la única fuente de movilidad de un punto a otro en la ciudad. Pero deberían tener mucho cuidado de eso, porque va a llegar que ocurra una verdadera tragedia y la gente va a tener mas desconfianza”.

A pesar de eso, la señora Maricela González lo toma con calma. “Cuando nos toca, nos toca, cuando no, no. La vida sigue”. Se encoge de hombros y se va a buscar un taxi que la lleve a su destino.

 

(Rafael Montes)