“La reina de Polanco”, por @JorgePedro

En vez de ir a la representación de la Batalla de Puebla en la colonia Peñón de los Baños, en la que unos se caracterizan de franceses y otros de zacapoaxtlas, este cinco de mayo me lancé a una boda en el restaurante Hacienda de los Morales, inaugurado en 1967 en la calle Juan Vázquez de Mella a la altura del Periférico.

Aprecié que me recibieran San Miguel Arcángel y San Severo de Barcelona, así como una señorita muy enterada de las imágenes religiosas que adornan el pequeño vestíbulo, la cual me condujo hacia un salón en la parte de atrás. En el camino pude notar las columnas y arcos rescatados de una mansión en la colonia Roma que fue demolida.

La propiedad asombra por sus dimensiones que abarcan incluso una capilla y un granero, pero además porque uno no espera ver un lugar así en la zona. Y sin embargo el casco de la ex Hacienda de San Juan de Dios de los Morales es la construcción más antigua de Polanco.

Su historia empieza en el siglo XVI, cuando un español de apellido Gudiel compró el terreno que entonces formaba parte de Tacuba y que pertenecía a la primogénita de Moctezuma II. Se cree que la hacienda pudo llamarse originalmente “de las Moreras” porque al principio ahí se cultivaban estas plantas en las que se cría el gusano de la seda. También es probable que el río de los Morales, o río de Polanco, que corría por donde actualmente corre la sinuosa avenida Campos Elíseos, haya influido en el nombre.

“Todos los domingos hay una boda, sin falta”, me contó el señor que trabaja en el baño al parecer desde que Agustín de Iturbide desayunó en la hacienda con Juan O’Donojú en 1821. Se le nota cansado, como a la mayoría de los meseros que no dejan de servirme agua fría, vino, vodka.

Después de un rato empecé a imaginar el aspecto que debió tener esta región del Valle de Anáhuac a principios del siglo XX. Pensé en los alfalfares y maizales delimitados por los caminos que nosotros llamamos Horacio y Homero, y en el camino principal de la hacienda que recibía el nombre de Avenida de la Piedra Redonda y que hoy conocemos como Presidente Masaryk. Asimismo evoqué los establos ubicados en la actual calle de Arquímedes.

En un par de décadas nuestro querido Polanco neocolonial, californiano y funcionalista cumplirá su primer siglo. Se antoja invitar a Guadalupe Loaeza a comer a la Hacienda de los Morales para preguntarle del Polanco donde “la luna y el sol brillaban más, el sabor de los helados duraba el doble, los pobres ganaban la lotería y los ricos llenaban sus casas con alcatraces pintados con gis de todos colores”.

En lo que reúno el valor (y el dinero) me pondré a releer Las reinas de Polanco (Cal y Arena, 1988) en algún café con vista al tráfico.

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*Jorge Pedro Uribe Llamas estudió Comunicación. Ha trabajado en radio, revistas y televisión. Sus crónicas sobre la Ciudad de México están en jorgepedro.com.

(JORGE PEDRO URIBE LLAMAS)