‘Una ciudad con sentido de barrio’ por Miguel Ángel Mancera

SÍGUEME EN @ManceraMiguelMX

Soy un niño de barrio. Crecí en la colonia Anáhuac, a la altura de la Calzada México-Tacuba, en la delegación Miguel Hidalgo, en una cerrada de pequeños departamentos, que la convertían casi en una vecindad. El de mi familia era el departamento número seis. Mi madre me hizo memorizar la dirección desde que tenía cuatro años de edad por si me perdía. Los niños salíamos a jugar solos al parque y las calles eran nuestras. Recuerdo a la Ciudad de México sin autos, muy bella, inmensa.

Frente a mi casa estaba la Escuela Normal de Maestros, a unos metros el Colegio Militar y más adelante el cine Tlacopan.  Lo tengo muy presente aún, pues pasaban tres películas por el costo de un boleto. Los niños, de cinco y seis años, nos escapábamos al cine o al parque todas las tardes. Mis hijos, me doy cuenta, con la misma edad, no andan solos. Cuando yo crecí, se iba al mercado, al de Santa Julia, no al supermercado. El área de juego, incluso ya de noche, era el parque, el Popotla en mi caso, y las calles cercanas al hogar; no un centro comercial o una habitación con televisión.

En el parque Popotla jugué a los policías y ladrones, siempre del lado de los buenos. Mi padre me regaló un sombrero y una placa de Sheriff que llevé de arriba a abajo durante la niñez, hasta que en el zoológico de Aragón cayó el sombrero en el sitio de los leones.

Pasados los 8 años, viví en la colonia Narvarte. Había tranvía, empezaban los trolebuses por la ciudad y hubo un cambio de camiones en la capital que tuvo locos a todos los ‘chamacos’ pues a toda costa queríamos conocerlos. Los más grandes eran ‘las ballenas’ y había unos más pequeños llamados “delfines”.

En ese entonces, yo sólo tenía que cruzar un par de calles para llegar a la glorieta de Vértiz donde transcurrían mis tardes. Eran otros tiempos. Era otra forma en la que los niños convivíamos. Se jugaba al bote pateado, con la pelota, a las canicas.

Eso quisiera regresarle a la ciudad. Embellecerla. Que en sus calles pueda darse una mayor convivencia. La de los barrios. Rescatar el espacio, nuestros parques. Cada vez que uno esté tomado por quienes no van a divertirse, actuar y regresárselo a los niños. Fueron creados para ellos y seguirán siendo para ellos. Para que mis hijos y todos los niños de la Ciudad de México relaten, como yo, una infancia libre y llena de aventuras en su casa y en su barrio.

(MIGUEL ÁNGEL MANCERA)