“Volver a lo básico”: David Penchyna

(Uno de los grandes debates de la historia de México tiene que ver con el petróleo. Es una de las grandes reformas, que ha sido postergada por las posturas irreconciliables surgidas prácticamente desde el 18 de marzo del 1938: el derecho de los mexicanos sobre el llamado oro negro y los límites de quiénes y cómo deben explotarlo. Aquí, la opinión de Manuel Bartlett Diaz.)

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En la agenda estratégica trazada en el Pacto por México, espacio de confluencia para el Gobierno de la República, el Congreso y los partidos políticos, la Reforma Energética habrá de plantearse en el segundo semestre de 2013.

Sin embargo, el debate sobre la Reforma -o pre debate, si consideramos que aún no hay una iniciativa sobre la mesa- se ha colocado en un espacio central de la agenda pública. Lamentablemente, quienes usufructúan con el sofisma, han planteado una falsa dicotomía entre privatización y propiedad del Estado sobre los recursos energéticos.

Nada más impreciso; nada más alejado del espíritu transformador al que generacionalmente estamos obligados para garantizar la viabilidad del sector energético.

Por eso considero prioritario volver a lo básico: una reforma legislativa, cualquiera, tiene por objeto la modificación del marco normativo para resolver una problemática social, política, legal o económica.

En el caso de la Reforma Energética que necesita México, las modificaciones atienden al diagnóstico que de manera precisa, el Ejecutivo Federal ha planteado en la Estrategia Nacional de Energía 2013-2027, aprobada por el Senado de la República.

Diagnóstico que indica que de no haber una cirugía legislativa mayor en materia de energía, nuestro país caminará la senda de los importadores netos de petrolíferos, se verá limitado para invertir en exploración y explotación de nuevos yacimientos, desaprovechará el potencial que representa el shale gas en términos de competitividad y desarrollo económico, y quedará rezagado en la transición energética y el impulso de energías renovables.

De ahí que la dicotomía real, el debate que vale la pena si queremos construir una Reforma Energética técnicamente útil y políticamente transitable, es la de administrar o transformar.

Administrar el declive de la producción, o trasformar la cadena de valor de Petróleos Mexicanos; administrar las reservas o transformarlas en patrimonio público; administrar uno de cada tres pesos del presupuesto público que viene directamente de la renta petrolera, o transformar a esta industria en una palanca del desarrollo, despetrolizar las arcas del gobierno a partir de una reforma hacendaria complementaria y progresiva, y hacer de una buena vez de Pemex una empresa competitiva a nivel global.

Volver a lo básico: México necesita transformar al sector energético. No es una opción, sino un imperativo de cara al futuro. Lo demás, es retórica.

(DAVID PENCHYNA GRÜB)