El tío Bill, por @drabasa

No existe ningún escritor –o para el caso artista– que no haya sido inducido, iniciado o, muy al menos, motivado por algún epígono precursor. William Burroughs fue para Bernardo Fernández, mejor conocido como Bef, una obsesión, una figura de culto y después un compañero fantasmal durante la escritura y el trazado de la gran novela gráfica Uncle Bill publicada en los últimos días del 2014 (año en el que se cumplieron 100 años del nacimiento del polémico escritor norteamericano).

Las facetas de la vida de Burroughs −las más conocidas y algunas sorprendentes− están retratadas en este libro a la vez revelador e íntimo. Está, por supuesto, aquel episodio en el que el autor de clásicos de la literatura norteamericana del siglo XX como El almuerzo desnudo o Junkie, mató a su esposa jugando Guillermo Tell con una pistola en un departamento de la colonia Roma. Y están los detalles más sobresalientes de una vida colmada de accidentes, emociones, decepciones, dolor, pasión y aventura. Los no pocos acólitos burroughsianos encontrarán con nostalgia pasajes no tan conocidos como que fue Burruoghs quien acuñó por primera vez el término heavy metal hablando de un nuevo género musical. También desfilan por el libro, algunos con más peso, otros nomás de pasada, figuras de mediados del siglo XX como María Félix, Cantinflas, El “Kid” Azteca, Siqueiros, Salvador Novo, Agustín Lara, Octavio Paz, Marga López o Frida Kahlo. Aparece la fugaz estancia del tío Bill en Lecumberri donde coincidió (no sabemos si los conoció) con personajes como el asesino serial Gregorio “Goyo” Cárdenas o el asesino de Trotsky Ramón Mercader.

La novela gráfica se cuenta a dos ritmos: por una parte aparece Burroughs despeñándose por una vida que insiste en ponerlo en situaciones trágicas y delirantes, escribiendo en los breves intersticios que le dejaban las drogas, el alcohol, las mujeres, los hombres, los viajes, las novelas de culto, y por otra parte se narra, a la manera del Nuevo Periodismo, la búsqueda misma del autor del libro que incluso viaja hasta Tánger con sus tres mejores amigos tratando de seguirle los pasos al esquivo escritor beat.

Además de usar dos historia paralelas, Bef utiliza varios registros gráficos (hay incluso una sección en la que hace un homenaje a los grandes cartonistas de la revista New Yorker) y alcanza en toda amplitud y profundidad registros sobresalientes combinando palabras e imágenes en secuencias casi cinematográficas brindándole al lector una experiencia de lectura única. Sin duda una obra que se inscribirá en lo más sobresaliente de la novela gráfica mexicana y un regalo para los muchos lectores de William Burroughs en nuestro país.

(Diego Rabasa / @drabasa)