Paisajes sórdidos

Desde hace algún tiempo, La Eternidad se ha convertido en un infierno. Ubicada cerca de la frontera entre Estados Unidos y México, la ciudad es un campo de guerra entre diferentes cárteles que buscan el control del negocio. Las noches son largas y ya nadie quiere arriesgarse a salir, mientras que las esquinas están llenas de gente que busca a sus desaparecidos.

Entre esa lista de gente que ya no está, aparece el nombre de Cristina de León, una joven de 15 años, hija de un importante empresario de la región. Se sabe poco sobre el caso: la última vez que fue vista, discutía con su novio en el estacionamiento de un antro. El joven, golpeado brutalmente, está en coma. El coche de la adolescente permaneció intacto en la escena del crimen.

Gracias a las recomendaciones del cónsul Don Williams, el elegido para resolver el caso es el detective Carlos Treviño, un expolicía que, tras una serie de malas experiencias, decidió abandonar Tamaulipas para mudarse a Veracruz y llevar una vida tranquila administrando un pequeño hotel.

Abordo de un Maverick color blanco y acompa- ñado por el Bus, un guardaespaldas adicto a comer gorditas con salsa Tabasco, Treviño se verá obligado a enfrentar a dos enemigos temibles: el Comandante Margarito, un corrupto jefe de policía con quien el detective tiene cuentas pendientes, y el Coronel de los Muertos, el sanguinario miembro del cártel de Los Nuevos.

No manden flores, una historia en la que la tensión es constante, llena de escenarios sórdidos donde la vida vale muy poco (un enorme campo de entrenamiento para criminales, que recuerda a un colegio militar, una morgue atascada de cadáveres por los que nadie reclama y varios barrios donde hasta los niños andan armados), es el esperado regreso de Martín Solares, quien en 2006 se estrenó con la novela Los minutos negros.