Razones para morir

Eres un escritor famoso y regresas a tu ciudad natal, el lugar que abandonaste hace 23 años, para hablar sobre un autor que 200 años atrás asesinó a su mujer para después quitarse la vida. Aprovechas la ocasión para encontrarte con tu hermano; no lo has visto en mucho tiempo. No lo sabes, pero será la última vez. Hablan poco, como siempre. Están incómodos, pero no es extraño.

Meses después, mientras paseas por un parque salvaje junto a tus hijos en búsqueda de lobos, tu hermano está redactando su última voluntad. Tarda sólo 50 minutos. Necesitó solamente de una hoja y media.

Recibes una llamada inesperada: una mujer desconocida te dice que tu hermano se quitó la vida. De inmediato, vuelves a tu ciudad natal para despedirlo y hacer todos los trámites necesarios. Te reúnes con algunos amigos suyos y descubres que su vida fue una incógnita para ti, un hecho que te confirma que nunca fueron cercanos. Entre otras cosas, recuerdas su apodo de la infancia, sus juegos favoritos. Te enteras de cómo fueron sus últimos días.

De vuelta en casa, dejas pasar el tiempo. Te preocupa no extrañarlo, no atravesar por un proceso de duelo. Eso sí: no puedes dejar de imaginar la escena. El tamaño de la tina de baño, qué ropa llevaba puesta, su último sentimiento, su última idea, el color de su rostro cuando lo encontraron.

Las dudas te carcomen la cabeza a tal grado que empiezas a hablar solo y a cuestionarte cosas en voz alta. Encuentras gente que ha sufrido lo mismo que tú y, cuando intentas compartir experiencias, los otros (ya sea por tristeza o por vergüenza) callan. Te hundes en un silencio incómodo, forzado, pero sigues luchando por comprender los motivos que llevan a un ser humano a terminar con su vida y, aun más importante, las razones por las que decidimos vivir.

Koala

Lukas Bärfuss. Adriana Hidalgo Editora.

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