Tristísimo de París

Estaba en mi casa cuando me enteré de lo ocurrido en París el viernes pasado. Noté que los medios informativos estaban en esa fase desatolondrada en la que todo es difuso y se empiezan a sugerir irrespon-

sablemente cifras y eventos. Sentí que la panza se me volvía una roca. Mi reacción natural fue buscar información en redes sociales. Imperaba la burla. Chistes sonsos sobre el aroma de los franceses o gente que incluso se congratulaba de la catástrofe. Minutos después ya estaba multirrepitiéndose la Torre Eiffel superpuesta en el símbolo de la paz que Jean Jullien ilustró, pero torpemente atribuida a Banksy. Me vestí y fui al encuentro con mi novia, cenaríamos por ahí. En lo que ella llegaba repasé de nuevo las noticias: los medios insistían en ser imprecisos y la gente de carne y hueso posteaba cosas como que lo ocurrido era irrelevante porque en Guerrero diario muere alguien. Afortunadamente esto no es un concurso, pensé. Vi un meme estupidísimo sobre el Harlem Shake en los Campos Eliseos.

Inició el juego de México y los atentados pasaron a segundo plano. Yo también me concentré en el “Juego del Hombre”. Luego la gente empezó a colocar una bandera francesa traslúcida en sus perfiles de Face. Ante la reflexión de que Francia ha cometido masacres afines hubo quien hizo lo propio pero con una bandera de Líbano. Otras versiones: Britney Spears con bandera del orgullo gay. ¿Uh?

Todo era confusion, pitorreo, ignorancia…

Le traen sus papas fritas a mi novia. ¿Y si hago un símbolo de La Paz hecho de papas a la francesa?, ¿cosecharía esa mugre un par de likes?, pienso sumándome a la vorágine de carcajadas fatuas. El delito de cuervos implícito en formar parte de este siglo. Siento asco. Asco por lo ocurrido, por mí, por lo irrespon-
sables que estamos siendo.

Luis González de Alba, envidiablemente sensato, afirmó que pone la bandera francesa en su foto de perfil porque no tiene un asta bandera en casa.