Actriz de tiempo completo

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Para Arcelia Ramírez, separar la actuación de la vida real resulta imposible, una convicción que la acompaña desde sus inicios

FOTO: LULÚ URDAPILLETA

El arte y, en particular, la actuación son una condición de vida. Una mística que impide quitarse el “ser actor” como si se tratara de colgar un saco a la entrada de la casa para poder usar otra prenda. Y esa es la manera en la que Arcelia Ramírez asumió su profesión desde el principio.

“No puedo dejar de ser actriz ni hasta cuando voy al mercado o uso el transporte”, dice. Y como si pudiera materializar una sensación, continúa: “Las emociones, las conversaciones, la vida son nuestras herramientas. Cada interacción con el mundo es parte de nuestra construcción actoral”.

Hablar de cine la embelesa, la levanta de la silla, le hace morder el borde de su vaso de café para explicarse mejor. Es un modo de vida que fluye naturalmente en su sangre, aunque de inicio se tratara de un experimento que la llevaría a cambiar de profesión de golpe.

“Tenía 10 años cuando le manifesté a mis papás que quería ser actriz”, dice con seriedad, pues se trataba de una decisión que pronto debió olvidar. “Mi mamá decía que me llevaría a la escuela de iniciación artística de Bellas Artes, donde cursaría la secundaria y la formación artística juntas, pero los años pasaron y nunca se pudo. Ella trabajaba mucho y se complicó”, dice.

El tiempo logró que Arcelia se convenciera de que su ideal era una invención de la niñez y decidió estudiar Comunicación. “Yo quería estudiar en la Universidad Autónoma Metropolitana, pero tenía pase directo en la UNAM, entonces decidí hacer un semestre en la Facultad de Ciencias Políticas en lo que me preparaba para el examen y ahí las cosas dieron un vuelco”, cuenta.

Una amiga la invitó a un taller de teatro y, pese a la resistencia de alguien que iba obligado por la amistad, aceptó. A la tercera clase dijeron su nombre y el de otro joven. Les pidieron pasar al frente e iniciar un ejercicio que en actuación llaman A-B, en donde A, interpretada por Arcelia, tenía que odiar a B, a quien jamás había visto.

“Ya no me acuerdo de lo que dije, solo sé que acabé alterada, con el nudo en la garganta. Pasó algo muy fuerte ahí. Me di cuenta de que quería hacer esto y que podía funcionar porque algo que hay que tener claro es que no basta con un gusto, debes tener madera. Y ahí no es que estuviera segura, pero quería intentarlo, fue el empujón que necesitaba para atreverme a lo que, creo, era mi deseo más profundo”.

Al salir de esa clase, la determinación fue absoluta: iniciar su carrera en una de las escuelas más exigentes de actuación, el Centro Universitario de Teatro de la UNAM, desde donde la postura artística quedó inoculada en su forma de ver la vida.

Trabajar sin prejuicios
Arcelia es un referente del cine mexicano contemporáneo con una lista de 43 películas interpretadas en más de 30 años de carrera. Ha ganado premios nacionales e internacionales, e incluso se han hecho retrospectivas de sus filmes en recintos culturales. Parte de esa permanencia, dice, viene de sacudirse de prejuicios al momento de trabajar.
Ha sido musa de cineastas tan disímiles como Arturo Ripstein en Las razones del corazón y Eugenio Derbez en No se aceptan devoluciones, la película más taquillera de la historia en México.

Al mismo tiempo, ha participado en óperas primas de directores jóvenes para refrescar su visión del cine y retroalimentar las creaciones con base en su experiencia, como en el caso de Verónica, thriller mexicano que protagoniza. Esta primera realización de Carlos Algara y Alejandro Martínez está por estrenarse.

“Te puedo decir que todas las experiencias me han hecho crecer porque trabajo sin prejuicios. Se pueden decir muchas historias de los directores, pero no voy a llegar al set con una carga que me obstaculice. Cada universo de ficción y cada equipo es único y en ese sentido creo que lo que me ha funcionado es estar abierta, ser profesional y creer en el trabajo colaborativo”, dice. La naturalidad con la que se expresa es la de alguien a quien le resulta cómodo transitar entre dos dimensiones: la real y la producida por el cine. A veces, estos mundos se tocan y se fusionan hasta desaparecer la línea que las separa. Y sobre esa línea Arcelia camina.

A la distancia, la actriz disfruta sin ego las películas en las que ha participado. “Hace poco hicieron una retrospectiva de mis películas en la Cineteca, y volverlas a ver me asombró. Tuve muchos recuerdos y al mismo tiempo me vi como si no fuera yo, como si se tratara de otra actriz. Fue como darse cuenta de que los hijos no son una extensión tuya, son ellos mismos y entonces los ves a la distancia y te dejas fascinar… Así me pasó”.

Gozar del cine
La actriz considera que es momento de que los mexicanos aprovechen el cine local, la diversidad de temas que está tocando y los géneros que está explorando.
“No puedo entender esa resistencia histórica a no ver lo nacional. Ya le dimos demasiado al cine norteamericano. Hay que voltear a las producciones locales que tienen mucho que darnos en términos de identidad y belleza, de sensibilidad y de humanidad. Creo que el público mexicano debe quitarse todos los prejuicios y gozar de su cine”. Un cine tan real como el lugar en el que vivimos.

En cifras:

  • 43 películas forman parte de su carrera. Verónica es la más reciente y se estrenará este mes.
  • 2016 fue el año en el que interpretó en una serie a Sor Juana Inés de la Cruz, uno de sus personajes favoritos.
  • 5 han sido sus nominaciones a los premios Ariel por películas como Cilantro y perejil y Perfume de violetas.