‘Cerillos’ con canas

A las críticas al programa de empacadores, el gobierno responde que es una opción para los adultos mayores que necesitan trabajar.

Para 3.6 millones de adultos mayores en el país, llegar a los 60 años no significó el fin de la vida laboral. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), estas personas siguen trabajando y, de ellas, un porcentaje ha encontrado en ser empacador una opción para cubrir sus necesidades o su deseo de tener una actividad.

Margarita Gutiérrez es un ejemplo de esto. A sus 75 años, tuvo que volver a laborar para mantener a su nieta y ayudar a su hijo, quien fue atropellado hace seis meses. Como su pensión no les alcanzaba, decidió buscar un trabajo y, tras rechazar uno como personal de limpieza, se hizo empacadora en un supermercado de la capital.

Como ella, más de cinco mil 300 adultos mayores de la Ciudad de México han tomado el camino de unirse al programa de Empacadores Voluntarios, impulsado por el Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (Inapam) en coordinación con cadenas de tiendas de autoservicio.

Bárbara Bernés, subdirectora de Concertación y Promoción del organismo federal, señala que este esquema arrancó en 2003 —en locales de Chedraui y Soriana— para dar una alternativa a los adultos mayores con necesidades económicas y que no tuvieran muchas herramientas para competir en un mercado laboral exigente.

Un perfil que elaboró el Inapam sobre el adulto mayor que busca empleo indica que 79% tiene un nivel educativo de primaria o menos y apenas 3% cuenta con un título universitario. En la misma línea, sólo 40% sabe usar una computadora y, durante su juventud, la mayoría trabajó en la informalidad o en empleos como obrero, dependiente o guardia de seguridad.

“Es un programa criticado, incluso se le acusa de indigno pero, ante el crecimiento de este sector, sus necesidades económicas y la falta de apertura en materia laboral, es difícil encontrarles espacios en donde puedan seguirse desarrollando y que esto les reditúe”, dice Bernés.

Van por las propinas

Los adultos mayores no son considerados empleados de los supermercados. Según lo acordado entre el gobierno federal y las tiendas de autoservicio, éstas sólo prestan su espacio en cajas. Por lo tanto, las personas participantes no reciben un sueldo ni prestaciones, únicamente las propinas que les dan los compradores, y a veces, como lo ha hecho Chedraui, descuentos para compras navideñas o de Día de Reyes.

Aun así, los ingresos que obtienen son mayores a los de una pensión. Julio, de 64 años, gana entre cuatro mil y ocho mil pesos al mes, mientras Bernés estima que al día pueden ganar entre 200 y mil pesos.

Los inscritos en el programa —al que en 2014 se unió la cadena Walmart— trabajan un promedio de cinco horas diarias y entre cinco y seis días a la semana, y no son penalizados si faltan. Para entrar en el esquema, deben acreditar que tienen las condiciones de salud suficientes para trabajar, y si tienen alguna emergencia médica, la tienda es responsable de llamar a una ambulancia y de reportar el hecho ante el Inapam.

Con cultura de trabajo

Bernés señala que los adultos mayores actuales tienen a su favor que cuentan con una arraigada cultura de trabajo, pues forman parte de una generación que siempre se mantuvo activa. Por ejemplo, entre ellos hay madres solteras que se convirtieron en jefas de familia y hombres que empezaron a trabajar desde la infancia.

César Donpablo fue empacador de supermercado a los 10 años y ahora, a los 63, está de nuevo en ese puesto. En el ínter, también se desempeñó como guardia de seguridad y gerente de una tortillería.

“Pasé toda mi vida trabajando y de pronto todo se terminó, me aburría mucho y mi hija me comentó que estaban buscando personas como yo para las compras, un trabajo en el que ya tenía experiencia”, dice.

Sin embargo, no todos los empacadores ven la situación con alegría. Una de ellas es Alejandrina Galiana, quien tiene los últimos ocho de sus 69 años empacando víveres y admite que preferiría tener otra ocupación, pero necesita la actual para sobrevivir.

“Por lo menos hay trabajo para nosotras y por eso nos ponemos la camiseta. A veces lloro y reniego, porque me gustaría hacer otras cosas pero, si esto es lo que hay, tenemos que aprovecharlo”, señala.

Para la socióloga Aída Román, el programa de empacadores es un reflejo de que en el país hay esfuerzos por reconocer socialmente a los adultos mayores, aunque estos todavía son insuficientes. En su opinión, se debe fijar la meta de generarles espacios de trabajo bien remunerado y acorde con sus cualidades y aptitudes.

“Ellos tienen la necesidad de saberse útiles y realmente hacen grandes aportes a nivel sociedad. Sin embargo, no hay apertura y muchas veces se deja de lado el trato digno que deben recibir”, sostiene.

¿Y los empleos formales?

A la par del programa de Empacadores Voluntarios, el Inapam desarrolla otros para abrir más espacios:

  • Uno de ellos consiste en coordinarse con supermercados para que estos ofrezcan oportunidades laborales en áreas de atención al cliente. En esas plazas, los participantes sí tendrían sueldo y prestaciones.
  • En 2013, el instituto acordó con la cadena de cafeterías Starbucks incorporar adultos mayores como baristas. A la fecha, hay nueve personas distribuidas en dos locales de la capital.
  • Otras empresas con las que existen acuerdos son Comex, dentro del área de atención a clientes; Eulen, en labores de limpieza, y el banco Banamex, que instaló un call center para atender a los pensionados.

Las acciones del gobierno de la ciudad

En la ciudad, la Secretaría de Trabajo asegura que durante 2016 dará prioridad a la participación de adultos mayores en el programa Apoyo para el Desarrollo de las Sociedades Cooperativas. En ese sentido, la dependencia capitalina afirma que una de sus metas es capacitar para el autoempleo a las personas de este sector, a través de talleres o ferias. A lo largo de 2015, dio dos mil 228 orientaciones en materia laboral. Sin embargo, de los adultos mayores atendidos sólo 20% tuvo acceso a un empleo permanente.