Visibilizar, antes que celebrar

Pendiente: educar de otra manera

Para cambiar las relaciones de desigualdad a las que están sujetas las mujeres, un primer paso podría ser comenzar en casa viendo como anómalas conductas que antes considerábamos normales

Tener derecho a votar, tener acceso al trabajo y a buenas condiciones laborales fueron las primeras causas que hicieron que las mujeres se asociaran en distintos países, desde Rusia hasta Estados Unidos, desde finales del siglo XIX.

En el México del siglo XXI, la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, sigue siendo una fecha no para la celebración, sino para la visibilidad de los problemas que las aquejan, sobre todo la violencia en su contra.

“Es un día de visibilidad sobre las problemáticas de las que se debería estar hablando todos los días”, señala Lourdes Enríquez, integrante del seminario Alteridad y Exclusiones, de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. “Es una forma de juntar todas las agendas en un solo espacio, por eso es tan simbólico”.

Fue en 1975 cuando la Organización de las Naciones Unidas celebró por primera vez el Día Internacional de la Mujer un 8 de marzo. Tres meses después, México fue la sede de la Conferencia Mundial del Año Internacional de la Mujer, en donde se pactó una agenda a 10 años para lograr igualdad, desarrollo y paz para las mujeres de todo el mundo.

Aunque México fue el país sede de esa reunión histórica, no lo ha hecho ser uno de los estados a la vanguardia de la paridad, la inclusión y el respeto hacia las mujeres.

“Nuestro país ha firmado todas las convenciones”, señala Enríquez. “Aunque en el marco normativo hemos avanzado, lo que nos falta es cambiar los patrones de conducta desde las casas, la escuela, la comunidad. Educar de distinta manera a niños y niñas, más en igualdad”.

Ya se cumplieron 11 años desde la promulgación de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y de la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, pero su aplicación ha sido muy lenta, lamenta la especialista en crítica de género.

De acuerdo con estadísticas del INEGI, en México mueren nueve mujeres diariamente.

En el último año, las redes sociales se han utilizado para alertarse entre unas y otras sobre zonas en riesgo, exponer testimonios sobre violencia, intentos de secuestro o abuso sexual, en lugares públicos o el sistema de transporte, como el Metro de la Ciudad de México.

Desde septiembre de 2018, apareció en el radar una modalidad para secuestrar a mujeres jóvenes en las inmediaciones de las estaciones. Para inicios del año, los testimonios de víctimas que pudieron huir se viralizaron, hasta que la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, anunció un reforzamiento de la seguridad en todo el sistema de transporte.

“Estamos en un momento muy importante de cambiar las relaciones de desigualdad a las que estamos sujetas las mujeres”, señala Lucía Núñez, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la UNAM. “No sé si a profundidad, pero sí de querer cambiar esa situación a través de ‘anormalizar’ lo que antes considerábamos normal”.

Según los testimonios recabados, la forma de operar del ataque consistía en que un hombre tomaba del brazo a la mujer, diciendo en voz alta frases como: “Cálmate, lo arreglamos en la casa”, fingiendo que se trataba de su pareja.

Para Núñez, es un modus operandi muy perverso, que refleja el machismo de una sociedad.

“La estrategia lo devela muy bien. Es fingir una relación de pareja con la persona a la que se quería agredir y para que nadie se metiera porque al ser la pareja, se piensa que no se debe de inmiscuir. Anteriormente no se veían como violencia, sino como algo normal, el poder del hombre de disciplinar a una mujer”, explica.

Para Enríquez, es necesario trabajar a nivel micropolítico, independientemente de lo que suceda a nivel macropolítico: “La micropolítica es ir cambiando socioculturalmente, desde lo molecular. Es ir haciendo los cambios en lo micro, con las abuelas, las hermanas, la vecina”.

Las movilizaciones sociales, las protestas y marchas, a la par de otras herramientas como las redes sociales, siguen siendo vitales para ejercer presión ante el gobierno, pedir justicia y visibilizar la violencia imparable.

“Anormalizar una conducta tiene que ver con ponerla en el centro del debate público”, comenta Núñez. “Para mí es el primer paso de prevención contra la violencia”.

También agrega que los cambios en el lenguaje, en donde ciertas expresiones ya no son aceptadas, ni palabras peyorativas de uso común, son un avance. “El lenguaje es una forma de ver el mundo”, dice.

En 2018, la Real Academia Española incluyó en su diccionario la palabra “sororidad”, atraída del inglés sorority, que significa: “relación de solidaridad entre las mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento”, cuyo uso se ha ido extendiendo.

La investigadora del CIEG reconoce que existen paradojas dentro de los avances, como es la paridad de género en el gabinete del presidente de México, que no impidió que el gobierno federal anunciara la cancelación del financiamiento a los refugios para mujeres, víctimas de violencia doméstica, lo que generó protestas inmediatas.

“Fueron efectivas las protestas, pero fue ignorancia, descuido, no tomar en cuenta todo lo que mandatan las leyes nuevas”, dice Enríquez.

Lo que más sorprendió fue que las mujeres del gabinete no se hayan opuesto a que se aplicara esta medida.

Para Núñez es claro. “El avance no siempre resulta en la manera en la que se esperaba”.