El negocio en los cruceros

Son tantos, que se han hecho parte del panorama cotidiano de la ciudad. Pasamos junto a ellos sin verlos e ignoramos que su plan de vida es, justamente, vivir en las esquinas.

3marzo(1)

Mientras esperas ansioso el verde en el semáforo, otros esperan el rojo para ganarse la vida.

No los conoces, pero tal vez ya los identificas a fuerza de verlos: limpian parabrisas, bailan, se pintan el cuerpo de plateado y hacen malabares o venden, venden lo que sea y de acuerdo con la temporada.

A cambio, esperan ganarse uno, dos, cinco o lo “que sea tu voluntad”, que en total puede sumar entre 130 y 500 pesos diarios.

“Un sueldo mínimo, pues no (lo quiero), son muchas horas y no alcanza, aquí seguro saco más dinero de lo que haría trabajando ocho horas con ese sueldo”, dice Aída Herrerías, de 30 años, que con ayuda del ula ula, se gana la vida desde hace cinco años en distintos cruceros de Insurgentes Sur.

“Lo empecé a hacer porque es una forma de ser autosuficiente y porque en poco tiempo gano (para) lo que es mi día”, dice.

En tres horas, gana de 200 a 300 pesos, planea dejar el semáforo cuando termine la prepa abierta y encuentre un empleo bien pagado.

Bárbara W, de 63, perdió su empleo de telefonista en 2010 y hoy vende alfajores en las esquinas de División del Norte.

“Tengo un amigo peruano que vende este tipo de alfajores en Eje 6 y un día, desesperada de no encontrar trabajo, le pedí que me invitara a vender con él”, cuenta. Bárbara empieza a preparar sus productos a las 7 de la mañana, y los vende desde las 2 de la tarde hasta alrededor de las 4. Gana unos 500 pesos diarios.

De la gente que reporta tener empleo en el DF, al menos el 30% trabaja en el sector informal, según la última Encuesta Nacional de Empleo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

El sector informal lo constituyen quienes trabajan a través de sus propios medios, incluidos los cruceros de la ciudad.

Antonio Luis dice que “en el semáforo yo soy mi propio jefe y eso está chido”; tiene 26 años y desde hace ocho meses vende chicles y dulces en la Colonia Del Valle, donde ya tiene clientes que lo saludan pidiéndole ‘lo mismo de siempre’, como en bar.

Su anterior empleo fue en una taquería, cuenta, pero prefiere trabajar en la calle porque gana más: 250 pesos diarios, en promedio, con lo que mantiene a su familia.

Dice que sus peores enemigos son el calor o la lluvia, porque “no dejan trabajar”; su jornada es de lunes a viernes de 7 de la mañana a 8 de la noche, y se da una hora para comer.

Fernando Álvarez tiene 23 años y estudia Letras en la UNAM. Hace malabarismo Contact -con esferas-, lo que le reditúa unos 130 pesos por cada tres horas de trabajo, y describe los “momentos” de su audiencia: “Hay veces que la gente sólo quiere llegar a comer y no quiere saber nada de ti ni de la vida, a esa hora es complicado que te den dinero… pero a la hora que regresan a casa, la gente va más liberada y te da más”.

“También hay un rechazo a la gente de los cruceros porque a veces los automovilistas tienen  una imagen de la calle que los lleva a hacer generalizaciones, por el sólo hecho de que la gente está en la calle”, explica.

De no ser por los semáforos, Fernando, Aída, Antonio y Bárbara estarían dentro del 6% de desempleados que hay en el DF, que registra el segundo porcentaje más alto de todos los estados del país en cifras oficiales.

“Es muy difícil encontrar trabajo para la gente de mi edad” dice Bárbara.

3marzo(2)

SIN EMPLEO, ¿MEJOR?

Rey Rico, de 30 años, originario de Ciudad Juárez, cuenta que un día se cansó de lo que llama “la esclavitud moderna”. Desde hace cinco años se dedica a “danzar con la muerte” en los semáforos: un día hizo una catrina con cartón, y se puso a bailar con ella tango, salsa o merengue, disfrazado de pirata.

“En México la gente es muy respetuosa”, dice y explica que -en su experiencia-, los chilangos le levantan el ánimo como nadie en el continente, tras señalar que ya conoció varios países de Sudamérica en un viaje que se financió haciendo su número con la muerte.

“Vengo de países donde la gente no te voltea ni a ver, aquí me han dicho cosas bien lindas, como que está muy bueno lo que hago, me felicitan y me dicen que siga así… En Brasil me rociaron gasolina y me intentaron prender fuego”, cuenta el ‘pirata de los semáforos’.

Dice que en un día puede ganar hasta 500 pesos, a menos, que -como señala Antonio Luis-, los ‘rivales aparezcan’: “(a veces) el calor o la lluvia no te dejan trabajar”. La luz ya está en rojo, aprovechando que ni hace calor ni llueve, regresa a trabajar.