Los chilangos marginados

En el DF existen 69 vecindades catalogadas como “ciudades perdidas”, donde viven más de 40 mil personas y priman pobreza e inseguridad.

A los habitantes de la “ciudad perdida” de Tacubaya les han dicho tantas veces que recibirán una casa digna que ya no creen en promesas. Las han escuchado del expresidente Carlos Salinas y de los exdelegados de Miguel Hidalgo Demetrio Sodi y Víctor Hugo Romo, sin que esas palabras se traduzcan en hechos. “Vienen por votos y después se olvidan”, dice Dolores Quintero, quien vive ahí desde hace 50 años.

Contando este lugar —escondido entre las calles 11 de Abril, Mártires de Tacubaya, Héroes de la Intervención y Becerra—, en el DF existen 69 “ciudades perdidas”, vecindades conformadas por viviendas irregulares donde vive gente en pobreza extrema.

El registro de estos sitios lo hizo en 2008 el gobierno de Marcelo Ebrard (2006-2012), que echó a andar el Programa Ciudades Perdidas, Plan Emergente de Rescate Social para la Equidad y la Seguridad, con el que intentó dar casas, empleo, medicinas y alimentos. “Hicimos mucho pero faltó [entregar] la casa”, admite un exfuncionario, quien explica que el programa no prosperó por falta de recursos.

La “ciudad perdida” de Tacubaya tiene más de 100 años de antigüedad. Consta de cinco mil metros cuadrados —un laberinto de pequeños cuartos, tendederos y muebles viejos— y en ella viven alrededor de 280 familias.

Algunos de sus habitantes cuentan que varias generaciones han nacido y crecido ahí, y aseguran que el hacinamiento, el desempleo, la delincuencia, la venta y el consumo de drogas, la prostitución y las peleas de perros son problemas comunes.

Dentro de la “ciudad perdida” de Luz Saviñón, en la colonia Narvarte, se observa un paisaje similar: casas pequeñas con techos de asbesto, estufas pegadas a las camas, personas amontonadas y recelo para quien no pertenece ahí.

El conteo de la pasada administración local concluyó que cerca de 40 mil personas viven en estas “ciudades perdidas”. La mayoría está en Iztapalapa, aunque algunas se encuentran incluso en delegaciones consideradas de alto desarrollo económico, como Miguel Hidalgo y Benito Juárez.

Tal cantidad de gente equivale a 27% de las 150 mil personas en pobreza extrema que hay en la capital, según la más reciente medición del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

Círculo de pobreza

Clara Jusidman, exsecretaria de Desarrollo Social del DF y presidenta de la asociación civil Iniciativa Ciudadana y Desarrollo Social (Incide Social), explica que estos lugares fueron formados por personas del campo que migraron a la capital y no pudieron encontrar empleo formal ni casa. Por ello, señala, empezaron a crear asentamientos irregulares y se integraron a la economía informal o a la delincuencia, e incluso algunas son utilizadas por grupos políticos para invadir y disputar predios.

Para José Luis de la Cruz, economista del Tec de Monterrey, la situación de este sector se agrava porque el gobierno local no tiene acciones contundentes contra la pobreza y sólo aplica programas asistenciales que perpetúan la marginalidad. Sumado a eso, según expertos y algunos pobladores de estos lugares, muchos habitantes no tienen interés por salir de ahí, pues se han acostumbrado a una forma de vida y no tienen referentes culturales que los motiven.

“No se tiene una perspectiva de buscar otro nivel de vida”, dice De la Cruz, quien considera necesaria una política integral no sólo para facilitarles el acceso a una vivienda, sino también empleo y educación, y así romper el círculo vicioso.

Víctor Hernández es un ejemplo de quienes no pueden salir de este ciclo. Tiene 68 años en Tacubaya, guarda en su cartera un papel con teléfonos para comprar terrenos en Querétaro o Hidalgo y tiene esperanza de irse, pero su familia no quiere. “Ya está mal dispuesta a no pagar renta, luz, agua… ¡Yo encantado, vámonos!, pero la señora no quiere”, confiesa.

Para Jusidman, una política exitosa de atención a “ciudades perdidas” debe garantizar acceso a viviendas de bajo costo. Sin embargo, agrega, el reto que enfrenta el Gobierno del DF es que dejó perder sus reservas territoriales para vivienda social frente a los grandes desarrolladores inmobiliarios.

Cuestionado al respecto, el secretario de Desarrollo Social del DF, José Ramón Amieva, señala que la política social del GDF actualmente no contempla dar viviendas a quienes están en las “ciudades perdidas”, como se planeaba en 2008.

Esto se debe, dice, a que “ciudad perdida” no es un concepto definido legalmente y a que los 12 programas de asistencia actuales —como los de apoyo a adultos mayores y estudiantes— son universales y no distinguen entre quienes habitan un tipo de vivienda y otro. “Donde más se necesite, más vamos a estar”, asegura el funcionario.

Vivienda digna

La Organización de las Naciones Unidas dice que el derecho a la vivienda digna se cumple cuando:

  • El habitante tiene seguridad jurídica sobre la casa, además de disponibilidad de servicios, instalaciones e infraestructura, y el costo del inmueble le permite disfrutar de otros derechos.
  • La casa tiene espacio suficiente, está protegida de fenómenos naturales y su ubicación permite tener acceso tanto a oportunidades de empleo, como de salud y educación.

Ciudadanos en condición vulnerable

El diagnóstico que en 2008 elaboró el GDF detalló que las “ciudades perdidas” se caracterizan por factores como que sus habitantes sufren de desnutrición y enfermedades frecuentes por las condiciones precarias de las viviendas: poco espacio, elaboración con materiales de desecho, falta de drenaje y convivencia con fauna nociva. Los jóvenes tienen niveles educativos bajos, padecen adicciones y son vulnerables a dedicarse a la delincuencia. La población es mayoritariamente femenina, pues muchos hombres están recluidos.