Atrapados, por @apsantiago

Levanté un periódico español, creo que El País, e hice ante mis alumnos una prueba “científica”. En una nota de interiores, escueta, tímida y extraviada entre otros artículos, el diario presentaba la noticia de una tragedia que dejó en un país pobre de Asia (quizá Bangladesh) cientos de muertos. La misma edición tenía en su portada, en la “suite” del diario destinada a lo más relevante, la noticia de un par de ejecutados por algún hecho violento en un país europeo rico.

 Solté a los jóvenes de la Ibero esta hipótesis: en medios de comunicación de países desarrollados, dos muertos en Europa valen más que 300 en Bangladesh. Cientos de cadáveres de un país pobre pueden no ser nota y sí lo son dos en un país rico. Hasta en los muertos hay niveles.

Desde que inició la guerra contra el narco, para el mundo nuestros muertos suelen ser “de segunda”. Puedo jurar que ni los 265 muertos de las masacres de San Fernando, ni los 16 de Salvárcar, ni los 52 del Casino Royale, ni otro de los cotidianos asesinatos en masa merecieron una sola portada de un diario no mexicano. Como México equivale a muerte, que acá asesinaran a 8, 73 o 245 era irrelevante.

Como Pakistán, Afganistán u otra nación de esa área, hemos sido invisibles. No culpo a nadie: la violencia diaria aturde. Para la Tierra, este país y muerte son lo mismo: escribe “México” y “news” en Google Images. Verás amordazados, narcos, encajuelados, policías, cadáveres apilados. Sangre.

El año pasado, Ayotzinapa ayudó, tristemente, a atraer la visión internacional. El terror fue tal que al fin tuvimos muertos “de primera”. Ellos engancharon la atención y las portadas del mundo, que ahora sí volteaba a vernos. Y yo pensé que esa mirada serviría para 2 cosas: 1) que el mundo nos ayudara, 2) que el gobierno, avergonzado y presionado, actuara con inteligencia.

Me equivoqué: sólo este año fueron asesinados 16 en Apatzingán, 15 rumbo a Puerto Vallarta, siete en los bloqueos del 1 de mayo y podríamos engordar la lista con cientos de otros episodios macabros. El más fresco, los 42 muertos de Tanhuato.

Quién sabe cuántos muertos van ya desde los 43 desaparecidos de Ayotzinapa. Nada cambió, avanza la marcha fúnebre.

Creo que la última vez que el presidente dijo algo sobre Ayotzinapa fue el 27 de enero: “No debemos quedar atrapados en este triste instante de nuestra historia”, declaró.

Peña pudo usar la furia social y aprovechar que estábamos “atrapados” para desplegar el poder de la nación. Pero en vez de volver a la tragedia símbolo, recordarla de modo sistemático, reinventarla como bandera de lucha por la paz, apostó al olvido. Y el planeta, pese a los 42 muertos de Tanhuato, pese a tantos muertos más, se fue olvidando de México, cuyos muertos vuelven a ser notas de páginas interiores.

Siento que el mundo empieza a dejarnos de ver. Volvemos a ser el Bangladesh de Latinoamérica, donde la vida no vale nada.

(ANÍBAL SANTIAGO)