‘El camposanto’, por @apsantiago

El partido se detuvo porque Neymar estaba desvanecido en el césped, e instantáneamente me asigné una misión un poco menos heroica que la que a esa misma hora tenían Brasil y Colombia: aprovechar el brevísimo tiempo muerto (en el que los médicos atendían al crack) para acomodar en la cocina unos cubiertos que ya estarían secos en el escurridor.

Ordené cuchillos, tenedores y cucharas a toda velocidad para no perder un segundo del cierre del partido. Pero al volver a la sala Neymar seguía enfocado por la cámara. Como se tocaba la espalda, pensé: “Un golpe en las lumbares, ahora se le pasa”.

No se le pasó. Llegó la camilla y los cuatro enfermeros alzaron con frialdad de agentes funerarios el cuerpo de los 95 millones de euros. Lo vimos irse tapando sus ojos, dedos estirados, palma abierta, como para disimular al mundo las lágrimas de su desventura. El túnel del estadio lo engulló como un hoyo negro.

Al rato leí en la web que la fractura de una tercera vértebra nos había despojado del Neymar mundialista. Sí, la tercera vértebra. Quizá jamás hubo una lesión tan poco futbolera en el futbol.¿Como diantres fracturarte la tercera vértebra en un partido?

Después, al ver nuevamente al colombiano Zúñiga impactar su rodilla en el brasileño como una grúa que pulveriza un edificio con el golpe de acero de una bola de demolición, lo entendí todo.

Esta Copa del Mundo ha sido emotiva, pero también trágica. Ocho trabajadores murieron en obras de estadios mundialistas, ocho bogotanos murieron en los festejos del triunfo ante Uruguay, dos personas murieron al caer un puente vehicular construido para el torneo, y una joven de 26 años murió en un accidente carretero en el sur de Brasil, donde acompañaba a su padre, el afamado periodista argentino Tití Fernández. Y en la cancha tampoco faltaron desdichas, incluso antes de la competencia: una barrida de un jugador de la Cuarta División francesa nos quitó a Falcao, una lumbalgia a Ribéry, un entrenamiento a Thiago Alcántara, una inocentada a Luisito Montes, un dislate al uruguayo Luis Suárez, un remate al arco a Di María.

Pero la ausencia de Neymar es distinta: deja huérfana a la Copa del Mundo. Se nos fue el único jugador que entre los adustos obreros musculosos de Scolari hacía sonar su violín. La culpa de su adiós es que ganar se ha vuelto demasiado importante: “gana mordiendo, gana fingiendo un penal, gana quebrando cervicales”. Brasil ganó a Colombia cometiendo 31 faltas; Colombia perdió rompiendo vértebras. Como hay que ganar a cualquier precio, un día el campo de juego se volvió camposanto, y nos dejó sin Neymar, con su alegría sepultada y la nuestra moribunda.

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(ANÍBAL SANTIAGO / @apsantiago)