La solución no es un pacto, por @mariocampos

Garantizar que algo como lo de Ayotzinapa no vuelva a ocurrir es sin duda es una de las tareas más importantes que los mexicanos debemos atender. La pregunta es si la firma de un pacto es la solución. Creo que no.

En primer lugar porque ya hay leyes para evitar que estas cosas sucedan. ¿O no está prohibida la violencia de las autoridades contra los civiles?, ¿no hay castigos para policías corruptos o gobernantes con vínculos con el narco? ¿no tenemos desde hace años sistemas de inteligencia civil y militar, y órganos vigilantes en todos los niveles?

Porque si es así -y así es- entonces el problema no pasa por las leyes sino por su aplicación. Firmar un acuerdo para decir que habrán de cumplir con lo que la ley ya dice es más una burla que una solución. De veras señores políticos: no necesitamos que firmen un papel en el que digan que ahora sí van a cumplir con su trabajo.

Pero hay más. Aun si el contenido del acuerdo fuera realmente innovador, distinto a lo que ya se ha dicho en los últimos años en múltiples foros sobre el tema, hay un pecado de origen que no podemos ignorar y que se refiere a los firmantes.

¿Pueden los partidos que han alimentado las redes de corrupción firmar el pacto que acabe con esas prácticas? ¿Son los gobernadores – como el de Tamaulipas – los mejores actores para empujar un compromiso por la seguridad?

Tal parece que ni los gobernantes ni los partidos políticos se han dado cuenta que la crisis de inseguridad trae consigo otra igual de grave: la falta de credibilidad en toda la clase política, sea del partido que sea.

Que hay matices, los hay. Que es injusto con los que tratan de actuar distinto, sin duda, pero en la perspectiva general todos los políticos, sean de izquierda o derecha, son percibidos como más de lo mismo cuando llegan al poder. Hoy la distancia entre priístas, panistas, perredistas se ha acortado, incluyendo a los miembros de Morena que aunque se consideran a sí mismos como hechos de otra cosa, para millones de ciudadanos son parte de lo mismo.

Por eso no basta con tener un texto con grandes declaraciones si sus impulsores son los que llevaron a los gobiernos a los que ahora habrán de perseguir. ¿O alguna vez han visto a los partidos políticos encima de sus propios gobernantes? Yo tampoco.

El acuerdo o pacto por la seguridad nacerá con nula credibilidad. Es una película que ya hemos visto muchas veces y de la que ya nos sabemos el final. Declaraciones, fotos, entrevistas y al final un nuevo escándalo que muestra que los controles fallaron. Y si sus firmante no asumen esta realidad como punto de arranque no servirá de nada cualquier documento que nos quieran presentar por más cobertura que reciba en los medios de comunicación.

Sin ciudadanos involucrados, sin rendición de cuentas reales, sin hechos concretos, y sobre todo sin que se vea reflejado de inmediato en la realidad con una limpia que muestre que el compromiso será parejo y en serio, no hay manera de creer que ese nuevo acuerdo servirá para algo, salvo para enojar más a una ciudadanía ya harta de la simulación.

El enojo y el hartazgo es real. Ojalá no comentan el error de pensar que con un poco de maquillaje se va a resolver esta notable y creciente tensión. 

(MARIO CAMPOS/ @mariocampos)