Perdimos las cartas de Frida, por @nettelg

En México, la cultura es como un huerto de tierra fértil pero sin un jardinero encargado de cultivarlo. Hace poco, en un artículo publicado en El País, leí que se habían vendido las cartas que Frida Kahlo le escribió a Josep Bartolí, su amante español republicano. La casa de subastas Doyle de Nueva York las cedió por 137 mil dólares a un coleccionista anónimo. Se trata de veinticinco cartas intensas, muchas veces ilustradas con dibujos de la pintora, en las que se pone de manifiesto la relación que los dos artistas mantuvieron durante casi tres años.

Se conocieron en Nueva York, después de una estancia de Frida en el hospital. Como ella, Bartolí tenía un pasado difícil. Había luchado en el frente republicano y fue destinado al campo de concentración de Dachau después de que lo capturara la Gestapo. Logró escapar de milagro, saltando de un tren en movimiento. En el encuentro de ambos hubo un reconocimiento de seres talentosos que se tradujo en una relación apasionada. En aquel momento, Frida había vuelto a casarse con Diego Rivera quien, a pesar de sus incontables infidelidades, la celaba como un carcelero. Para poder escribirle, Bartolí firmaba como Sonja y ese era también el nombre que ponía en el remitente.

Para los amantes de la obra y del personaje de Frida Kahlo las cartas resultan interesantísimas. Dan testimonio de una época muy creativa en la vida de la pintora, gracias al impulso vital que ese amor aportó a su vida. Explican motivos importantes como el árbol de la esperanza, las circunstancias vitales de la pintora, pero también la época y el tema del exilio republicano. El Museo Frida Kahlo, situado en la calle de Londres, Coyoacán, es uno de los más visitados de la ciudad. La figura de la pintora, a diferencia de la de su marido, no ha hecho sino crecer en prestigio, ha producido la famosa “fridamanía” y ha llegado a convertirse en todo un símbolo de nuestro país. Un símbolo de creatividad, compromiso político, feminismo, extravagancia, erotismo queer y mestizaje de culturas. No por nada se han filmado películas basadas en su vida y el diseñador Jean-Paul Gaultier lanzó un vestido corsé inspirado en su emblemático yeso colorido. Por eso llama tanto la atención que esas cartas se nos hayan escapado. ¿Cómo es posible que nadie se encargara de que volvieran a nuestro territorio? ¿Cómo es posible que ni el museo, ni el gobierno hayan pagado 137 mil dólares para conservarlas? La historia de amor entre Kahlo y Bartolí da para un guión de película. Las cartas habrían podido llenar una sala entera en la Casa de Frida Kahlo. La fundación habría podido editar con ellas un libro interesantísimo. Pero nadie se hizo cargo.

Durante años, México ha proyectado la imagen de un país culturalmente rico y con artistas de una creatividad desbordante. Sus museos como el de Antropología e historia o el de Arte Moderno atraen, durante todo el año, a turistas del mundo entero; por no hablar de su cine, su música y su literatura, que constantemente obtienen premios de prestigio en distintos países. Sin embargo, la cultura en nuestro país se da de forma espontánea y también descuidada. Pensemos en otros museos como el Casa León Trotsky que carece del trabajo museístico más elemental, no digamos de marketing. Hay que reconocerlo: lo que ocurrió con estas cartas es una pena. Esperemos que, al menos, la pérdida sirva para que nuestros funcionarios adquieran una actitud más despierta.

(GUADALUPE NETTEL)