Políticos de mango, por @goliveros

La historia surgió la semana pasada y se popularizó luego de que el conductor John Oliver la diera a conocer en su programa de HBO: el Sr. Maduro era atacado con mangos ídem.

 Así es: en una gira, Maduro fue víctima de un mangazo dado por una señora que, en realidad, no quería herirlo, sino que buscaba su atención para un asunto no menor: necesitaba un hogar.

Maduro leyó el mensaje en su programa de televisión y le prometió a la señora, llamada Marleny Olivo, que originó tan singular petición, que tendría su departamento unas horas después de la transmisión del programa.

La respuesta de Maduro dio pie a una manguiza constante al gobernante venezolano que, ahora, recibe sugerencias, peticiones, reclamos y suplicas en la fruta tropical de temporada. El presidente que antes hablaba con pajaritos ahora usa la fruta como correo.

Fernando Malave y Gabriel Díaz decidieron darle un vuelco al crear el Maduro Mango Attack, un juego para dispositivos móviles en donde se debe de dar con certeza a la cabeza de Maduro, del ínclito Diosdado Cabello y hasta al aparecido Hugo Chávez en forma de pajarito para ganar. Formas divertidas para paliar el dolor de una crisis económica venezolana que ha devaluado el dólar, dejado a miles sin empleo y con una escasez de alimentos que es posible de ver vía Google Maps a través de sus sistemas de mapas satelitales. Sí, la miseria retratada en su presentación de filas interminables.

México no ha entrado a la moda de videojuegos de protesta de forma activa y exitosa. Somos expertos en el meme y el escarnio vía caricatura y cartón, pero la tecnología aún no inunda a los creativos para que usen los juegos como estrategia de propaganda.

Me vienen a la mente dos juegos: Felipe Calderón, en su campaña a la Presidencia, creó uno donde él, con la ley en la mano, debía luchar contra un dinosaurio y un pejelagarto –afortunados son si lo jugaron–.

El otro es más reciente. Alguien decidió emular el fugaz Flappy Bird y convertirlo en algo más mexicano: Flappy Peña. En el juego, el ocupante de la casa presidencial –Los Pinos, no la Casa Blanca (aunque, en una de esas…)– debe revolotear entre tubos de petróleo que compañías extranjeras han construido gracias a la reforma energética.

El juego tuvo un muy moderado éxito, al igual que la reforma, hasta el día de hoy.

Falta poco menos de un mes para que termine este periodo electoral. En una de esas, alguien nos sorprende con monstruos come votos, el mapache roba votos, el ratón loco amaestrado o algún otro juego que nos recuerde lo mucho que nos falta para que la democracia no sea un juego de pocos, sino de todos.

(GONZALO OLIVEROS)