“Politicus erectus”, por @apsantiago

Edecanes que suben y bajan con sus muslos tersos las escaleras del Congreso. Edecanes que con sus caderas estruendosas escoltan lo mismo a un secretario de Estado que a un regidor municipal durante un discurso. Edecanes que reparten regalitos de campaña avanzando con sus doradas pantorrillas de gym entre la población junto al Señor Candidato. Edecanes que con escotes efervescentes entregan turnos en pleno debate presidencial. Edecanes que reciben en entradas de oficinas a funcionarios para que dialoguen con otros funcionarios.

 Si en política cualquier acto, por pequeño que sea, lleva un mensaje, es una maniobra para algo, ¿cuál es el mensaje de que los políticos varones se hagan rodear de chavas infartantes de todos colores, texturas y tamaños, en horas de trabajo? Una posibilidad es que para su labor cotidiana las edecanes sean verdaderamente indispensables: que nadie en su sano juicio pueda representar la voluntad popular ni velar los intereses de sus representados sin el aroma de una reina descomunal.

Otra, que las edecanes sean tan doctas en el quehacer político que ellas convengan más que cualquier empleaducho pelón o barrigón o cualquier egresado de una carrera afín a la política para labores tan complejas como las que realizan ellas. Una interpretación más es que nuestros políticos, tan sexis, busquen mandar a la población, al amigo y enemigo, a México, al planeta, al Sistema Solar, a la Vía Láctea y al Universo el mensaje de que son muy viriles y que están rodeados de chicas alucinantes porque ellos lo pueden todo. Aunque cabe la posibilidad de que, simplemente, todos estemos pagando a los políticos su diaria descarga sexual para que ligeros, sin la horrible contención, vigilen nuestro bienestar.

Es decir, la población financia su jadeante apetito en dos versiones: una, la voyeurista. Mientras discute una ley, hace campaña o cabildea, el político se da un pausa para ver un buen par de nalgas, aunque claro, al rato podrá jugar el juego del poder seduciendo a la edecán, pues piensan que el poder es irresistible y que la chavita caerá a fuerza de un espumoso Kir Royal en Au Pied de Cochon y otras versiones del billetazo. Ya verá qué le inventa a su esposa. Y si legítimamente no se liga a nadie, a forzar la prostitución, el camino corto. “Aflojas o tienes todo el derecho y la libertad de largarte”, diría el tan democrático PRI-DF.

Visto lo anterior, “ningún buen político hace buena política sin una buena vieja”. Entonces, ¿cómo hacen las políticas, las señoras políticas, sin modelos de abdomen de lavadero, bíceps macizos, pelvis de miel, para trabajar? ¿O es que sí se puede hacer política sin que la sociedad sufrague su diaria descarga sexual? ¡No no no! Que ellas también vayan pidiendo.

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(ANÍBAL SANTIAGO / @apsantiago)