Taxistas que no caminan, por @afuentese

El otro día mi amiga Alma Lilia se encontró un #taxista de esos que representan lo peor de lo que somos: enojado con la vida y despotricando contra todo lo que no sea rodar con taxímetro. Entre otros males de la ciudad, según el nada simpático chafirete, las ciclovías “echan a perder la calle”, eso añadido a que se peleaba con los peatones, ¿acaso no se entera de que #todossomospeatones?

‘Ora que estamos en la época de la reivindicación de la bicicleta, sería bueno reivindicar al peatón. Dice mi tocaya, muy enojada: “Yo, que soy peatona muy seguido, ¡me cayó fatal! (el taxista, claro)”.  Pocas veces caminamos, cuando debería ser lo natural; vaya, que estos nuestros cuerpecitos están diseñados para eso.

 Hasta hace algunos años, andar en bici era sinónimo de andar “como panadero” o escuchar cosas como “nomás te falta la canasta de tacos…”, felizmente, no sólo recuperamos el uso del vehículo por sustentable, práctico y barato, sino que ahora es algo nice y digno de onerosos gastos (bueno, yo no, porque la neta no sé pedalear), pero varios que conozco si que invierten pequeñas fortunas en su bicla, ¡que bien!

Ahora, ¿qué tal que empezamos a dignificar la figura del peatón? Si me han leído antes, sabrán que una de las razones por las que uso taxi es porque me puedo bajar y caminar justo en el momento que se me antoje. Claro, caminar sobre Constituyentes o Eje Central no es precisamente una grata experiencia de vida, lo sé bien. ¡Pero hay que darse la oportunidad en donde el mofle no arruine nuestra humanidad!

Si hay algo que extraño de mis temporadas de desempleada productiva (léase: freelance) es que caminaba mucho: ir a la Celuskul caminando, regresar caminando y comiendo helado….Ir caminando a citas, a #caféspendientes (el reinado del freelanceo) y al banco (a ver si ya te depositaron). Todo caminando.

Pero el rush del textoempleo fijo orilla siempre a rodar. Esta semana empecé con la férrea disciplina de caminar al menos 20 minutos al día, no por deporte ni por campaña estilo Muévete (¡saludos Michelle Obama!), sino por el mero placer.

Andar para escuchar mis pasos, pero también para escuchar muchos otros sonidos urbanos que me sorprenden, lo que me hizo recordar un video de sonidos urbanos que también vi esta semana: ¡la de cosas que suenan en esta ciudad! (No sólo el carrito de los tamales o el de los colchones –estufas-y-otras-cosas-que-vendaaaa), sino sonidos cotidianos que pasan desapercibidos: pajaritos, otros pasos, mis pensamientos (ok, esos hasta gritan)

“La libertad cuando se camina es la de no ser nadie, porque el cuerpo que camina no tiene historia”, escribió Fréderic Gros en Andar, una filosofía. El librito, editado por Taurus, es toda una reflexión sobre caminar, una actividad que sólo requiere espacio, tiempo y un cuerpo que habitar. Caminemos, reivindiquemos nuestras andanzas, disfrutemos la ciudad sin mayor pretexto que escucharnos.

(ALMA DELIA FUENTES)