“Perros sin correa”, por @DKrauze156

Hace poco más de un mes compré un basset hound, raza que el 99% de las personas identifica como hush puppies, de orejas tan largas que parecen milanesas colgando de su cráneo, propenso a tropezarse; lento, noble y terco. Vivo en un departamento con un balcón angosto, así que necesito sacar al cachorro a dar la vuelta por la cuadra para que se distraiga, a pesar de que los basset hounds parecen no necesitar moverse más de diez metros al día.

No quiero sonar como padre neurótico, pero estoy preocupado. Tanto en Twitter como en Facebook he recibido decenas de noticias de perros robados o extraviados en la colonia del Valle, Polanco, la Roma, la Condesa y la Nápoles. Me bastó salir con mi perro durante una semana para entender uno de los motivos por los que esto pasa.

Los perrófilos de mi colonia aparentemente creen que las correas son un instrumento de tortura creado con el único propósito de coartar la libertad de nuestro can. Quizás eso explica por qué es tan común caminar por la Roma y ver pasar a dos san bernardos, sin collar, mientras sus dueños papalotean a una cuadra de distancia. Sigo sin entender qué hay de bueno en esto.

No todos los perros son labradores bonachones que van por la vida moviéndole la cola a cualquier persona que se topan. También hay canes temperamentales, agresivos con otras razas y hoscos con los seres humanos. En más de un par de ocasiones he escuchado historias de peleas entre animales en el Parque México, donde por lo menos uno de ellos inevitablemente sale lastimado.

Tomando en cuenta el carácter de mi basset, que hace una semana fue sometido vergonzosamente por un chihuahua chimuelo de doce años de edad, creo que es malísima idea llevarlo al parque, donde decenas de perros de todos los tamaños vagan bajo supervisión mínima. Supongo que es precisamente esta falta de atención la que propicia el rapto de tantos perros. Estoy seguro de que hay otros casos en los que los ladrones desamarran las correas que sujetan al animal o forcejean con el dueño para llevarse a su mascota.

Eso por no hablar del peligro que representa un animal huraño, suelto por la colonia, sin que su dueño pueda detenerlo en caso de un ataque. Al fin y al cabo, los perros pertenecen a particulares que no tienen por qué propiciar que sus mascotas convivan públicamente con nosotros y nuestros respectivos canes. Sacar a tu perro con correa, ya sea al parque o a la calle, es una muestra de respeto hacia el resto de la gente y hacia sus propios animales.

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Daniel Krauze (México D.F., 1982) escribe sobre demasiadas cosas, de las que sabe mucho menos de lo que cree, para poder pagar la renta. En el 2012 publicó “Fallas de Origen”. También edita el blog de cine de Letras Libres en línea. Tampoco lo hace particularmente

(DANIEL KRAUZE)